Capítulo 18 ;; Rozar la felicidad con los dedos.

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África.

El vaso de vidrio entre mis manos tiembla por los tumbos que la camioneta da de camino al bar. Mis rodillas también sufren temblores, pero por los nervios.

Cuando Derek estaciona, desciendo y me acomodo la falda del vestido. Es algo corta, apenas dos dedos debajo de mis muslos. Recordar las palabras de Michael hacen que llevar este tipo de ropa me cohiba, incluso sabiendo que sólo lo dijo para herirme. Supongo que es por eso que estoy tan al pendiente de tironear de la falda hacia abajo y del escote hacia arriba.

Derek está muy callado. Más temprano, al llegar para el ensayo, no estaba; y cuando apareció, se encerró en su cuarto de un portazo y no nos dirigió la palabra en todo el día. De hecho, un silencio incómodo continúa instalado entre nosotros mientras Sean y Eros, unos pasos detrás nuestro, se dan ánimos mutuamente por la final de la competencia que se avecina.

—¿Estás bien? —le pregunto.

—¿Qué te importa?

—Si te sientes mal, no es necesario que te comportes como un imbécil —mascullo con el ceño fruncido.

—Tú te comportas como una imbécil las 24 horas del día y nadie te dice nada.

Ahora molesta, apresuro el paso para dejarlo detrás. Sin embargo, en dos zancadas logra alcanzarme y pararse frente a mí, tomando mis antebrazos.

—Joder. Lo siento. No quise decir eso.

—Lo pasaré por alto sólo porque me has pedido disculpas y creo que es la primera vez, así que lo considero una victoria. Pero Derek, te ves cansado, y de verdad quiero que me cuentes si algo anda mal. ¿Sabes que puedes confiar en mí, no?

—¿Puedo?

—Claro que sí. Aunque seas un idiota, me importas.

Y aunque a veces se me acelera el corazón sin ningún tipo de justificación cuando estás cerca de mí.

—¿Te importo?

—Por supuesto. —Arrugo el entrecejo. —Pensé que lo sabías.

—¿Entramos? —Eros se acerca y nos observa con sospecha, como si intentara adivinar de qué hablábamos.

—Claro, —replico, —vamos.

Jimmy está en el mismo sitio detrás de la barra de siempre. Ni siquiera termino de prepararme mentalmente para confrontarlo cuando alza la cabeza, sus ojos se chocan con los míos y me observa con asombro y cautela. Respiro hondo y me siento frente a la barra, deslizando la copa de vidrio en su dirección.

—Esto... —Se aclara la garganta. —¿Qué es esto?

—El repuesto de la copa que rompí la otra vez —murmuro, incapaz de hablar más alto sin que mi voz se desestabilice. —Y una disculpa.

—No tienes nada por lo que disculparte... Y tampoco hay nada que reponer. Trajeron un nuevo juego de copas el lunes.

—No importa. Insisto. Es mi ofrenda de paz.

—¿No vas a preguntarme por qué lo hice?

—No sé si quiero saberlo.

—Quiero decírtelo.

—Entonces... soy todo oídos.

Michael contactó a Jim hace un año. En un principio, pensó que había cambiado y se había convertido en una mejor persona; no obstante, a medida que volvió a pasar tiempo con él y sus nuevos amigos, se dio cuenta de que seguía siendo "la misma basura detestable" que cuando lo conoció.

Sobre la pasión y otros peligros (‹‹Serie Lennox 2››)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora