Todo pasa por algo.
Esa era la frase con la que mi abuelo arreglaba siempre los problemas. Estaba convencido de que no existían las casualidades, de que todo el transcurso de la vida estaba tejido minuciosamente y que la suerte no era cuestión de suerte, sino de destino.
Creer que todas las cosas suceden por un motivo especial es alentador, la verdad; siempre y cuando seas una persona que no para de fastidiarla una y otra vez. Como yo, por ejemplo. Porque es más fácil echarle la culpa de tus maldiciones al destino que a tus propias acciones.
Pero mi abuelo no era alguien que metiera la pata con facilidad, no era una persona que necesitara respaldar sus decisiones con una frase tonta. Quizás empeñarme en demostrar lo contrario, en tratar de evidenciar que el destino no existía, había hecho que acabara sin remedio en una dirección sin salida. En un pozo profundo del que ni yo misma podía sacarme.
"Todo pasa por algo".
Y ojalá fuese así, porque estaba harta de tragar oscuridad. Una oscuridad asquerosamente atractiva llamada Cayden.
Si tuviera que poner un nombre a todas las desgracias que me habían ocurrido durante los últimos dos años, sin lugar a dudas sería el suyo.
Cayden me lo había arrebatado todo. El corazón, los pensamientos, la dignidad, e incluso la inteligencia. Hasta una almeja podía ser más lista que yo cuando se trataba de él. Aún no había logrado adivinar que tipo de artes oscuras estaba empleando conmigo, pero en cuanto lo hiciera iba a meterle las velas negras por un lugar más oscuro y siniestro aún.
Le odiaba.
Y le odiaba debido a la persona en la que me había convertido por su culpa. Cayden había destruido todo aquello que había logrado construir con esfuerzo. Mi seguridad, mi optimismo, mi alegría... Yo era una bruja, como el abuelo solía decirme, porque él las consideraba mujeres empoderadas, independientes, rebeldes e inteligentes. Pero eso fue hasta que llegó Cayden, con esa sonrisa que derritió mi libro de hechizos e hizo desaparecer mi magia. Me había quedado indefensa sin poder evitarlo, o quizás, sin querer evitarlo. Y ahora... ahora estaba pagando las consecuencias.
—Para. —Alice golpeó mi brazo. —De poner esa cara —añadió entre susurros señalándome con un dedo acusatorio. —Es horrible, tu ceño se frunce como si estuvieras teniendo pensamientos psicópatas.
La ignoré recogiendo todos los apuntes que aún estaban esparcidos por mi mesa. Hoy estaba especialmente malhumorada. Había tenido una pesadilla de esas que te despiertan en mitad de la noche y te impiden conciliar nuevamente el sueño. En realidad era una tontería si me ponía a pensarlo. Sólo era Cayden no dándome el beso que yo tanto le rogaba. Fruncí el ceño intentando recordar si su rechazo se debía a una simple broma o era algo más como un "no te toco ni con bluetooth". Pues no tenía ni idea, porque Cayden se había mostrado en mi sueño básicamente como era en la realidad: un maldito libro cerrado a cal y canto.
Una imagen repentina se me vino a la mente, una real y tan vivida que aún sentía cosquillas en el estómago; era yo, rechazando de broma sus besos, siempre jugando para que viniera a buscarme. Si hubiese sabido que serían los últimos, jamás los habría desaprovechado.
Una cabeza rubia se apoyó de repente en mi mesa, haciendo que los folios que estaba recogiendo se esparcieran nuevamente por la misma. Nate me sonrió desde aquella posición que a mí me parecía bastante incómoda pero que a él le encantaba.
—¿Necesitas hablar, Emma? Si estás amargada podemos unirnos. Yo hoy llevo un día de mierda. Empezando con Marcos.
—¡Nathaniel Clorks! ¿Te crees que estás en el salón de tu casa?
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La mala del cuento ©. [TERMINADA]
RomanceNo hay nada peor en el mundo que un corazón roto, y eso Emma Wallace lo sabe bien. Dos años después de que Cayden se apartara de su vida, Emma sigue sin ser capaz de superarlo. Lo ha intentado todo: sentir indiferencia, mirar hacia otro lado cuando...