Capítulo 17 (Parte 2)

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—¿Hola?

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—¿Hola?

—Pa ti mi cola. —respondió Nate al otro lado de la línea haciéndome poner los ojos en blanco. —Tu impresionante amigo se dispone a comprar las entradas para la fiesta de recaudación. ¿Te vienes conmigo? ¿O tengo que ir solo como un triste perrillo abandonado?

Me estiré en el sofá como si fuera un gato perezoso y contemplé la hora en el reloj de la pared. Eran las cuatro de la tarde del domingo. ¿Por qué Nate tenía que hacerlo todo a la hora de la siesta?

—¿Mm?—musité adormilada a pesar de que lo había oído todo perfectamente.

—Despierta, bella durmiente. Fiesta. Entradas. Tú. Yo. Y luego tú invitándome a un café.

Me incorporé hasta quedarme sentada.

—Oye, ¿por qué tengo que invitar yo?

—Porque eres un alma buena y caritativa. Y porque yo llevo el coche.

Me froté los ojos con una mano mientras bostezaba.

—Pero qué floja eres, en serio. —dijo de nuevo al otro lado del teléfono, casi me lo podía imaginar poniendo una de sus caras de exasperación. —¿Vamos o no?

—Ya tengo las entradas. —le solté.

Nate se quedó en silencio durante un segundo hasta que soltó un "Ohhhhhh, amigaaaa".

—Nuestro querido bioquímico nos las consiguió al final, ¿eh? —pareció pletórico. Que chasco se iba a llevar.

—En realidad fue Cayden. —aclaré sin demasiado entusiasmo. —Intenté devolvérselas, pero no lo conseguí y paso de intentarlo más, así que he pensado aprovecharlas ya que las tengo.

—Típico en Cayden. —musitó Nate. —Siempre actuando de la manera más rara que se le ocurre. El típico ejemplo de persona que ni come ni deja comer. ¿Cuánto le debemos?

—Nos las ha regalado.

Nate soltó un gritito al otro lado de la línea.

—No me odies nena, pero ahora mismo le besaría.

—Pero que rápido te vendes, traidor.

—¿Qué le hago? Soy débil. No puedo evitarlo... nací con tantas virtudes que tuvieron que ponerme algún defecto. Bueno nena, entonces, estando este tema solucionado voy a ir a ver a Marcos un rato.

Me reí.

—¿Ya no quieres que te invite a un café? Eso me suena a que Marcos te ha levantado el castigo de abstinencia sexual.

—Cariño, nadie se resiste a mis encantos. Tenía que caer tarde o temprano.—me lo pude imaginar sonriendo orgulloso detrás del teléfono, y eso me hizo sonreír a mí también. —Dejamos el café para mañana tras las clases. Te quiero, Em.

La mala del cuento ©.  [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora