El estadio de futbol de nuestra universidad estaba a rebosar de gente. Podía apostar lo que fuera a que sí lanzaba un alfiler al aire podrían pincharse ocho al mismo tiempo.
Nate se encontraba a mi izquierda, engullendo palomitas y gritando algo ininteligible, mientras se iba poniendo cada vez de peor humor. Yo suspiré. Nate era insoportable cuando se trataba de tener que esperar. Era la persona más impaciente que había conocido nunca, y por si fuera poco tener a toda la universidad gritando alrededor mía, que mi amigo lo estuviera haciendo en mi oído, en un idioma desconocido, no ayudaba en absoluto.
Alice, por su parte, permanecía callada aunque entusiasmada. Giraba el cuello cada dos por tres, como si estuviera buscando algo, pero la idea de preguntarle y que no se enterara por el alboroto y me hiciera repetirlo una y otra vez, reducía considerablemente mi curiosidad.
Me pregunté en qué maldito momento había accedido a ir allí. Sí, me había tragado quinientos entrenamientos del equipo de futbol, pero siempre cuando el estadio estaba mayormente vacío. Y siempre porque quería ver a Cayden. Pero hoy no había ido a verle a él.
La gente a mi alrededor comenzó a cantar el himno de la universidad, mientras volaban sobre mi cabeza palomitas y otros objetos no identificados. Eché un par de miradas asesinas.
Axel había aparecido con tres entradas el día anterior. Le había dicho que con la fiesta de recaudación tenía más que de sobra, que no contara conmigo y había tratado de devolvérselas. Pero habían aparecido en mi taquilla, en mi maleta e incluso dentro de los bolsillos traseros de mis pantalones –traté de no pensar cómo demonios habían llegado ahí.– Así que una parte de mí no pudo negarse. Y así habíamos acabado allí. Rodeados de gente bebida, gente que se empujaba y gente que buscaba ser asesinada por mí si me caía alguna sustancia no reconocida en el pelo.
Nate gritó algo mientras alzaba una mano desafiante.
—¿Quieres vocalizar? —musité mientras metía la mano en su paquete de palomitas y me las llevaba a la boca.
—¡Estoy irritado! —dijo frunciendo el ceño. —Llevamos dos horas y no salen. ¿Qué creen que es esto? ¿Un concierto de Lady Gaga? ¡¿Por qué hacen esperar tanto?!
Los focos del estadio parpadearon de repente, pasando del color blanco al azul, y unos haces de luces comenzaron a sobrevolar el campo y las gradas, haciendo que ésta estallara en gritos y en silbidos de emoción.
Era el primer partido del campeonato de invierno y al parecer nos había tocado con uno de los grandes rivales de la ciudad, pero nadie parecía estar preocupado por ese hecho. Yo no entendía de futbol, pero había visto jugar a Cayden y al resto del equipo y sabía lo buenos que eran.
Los haces de luces continuaron sobrevolando la zona y cada vez se unieron más luces, esta vez de color blanco. Y luego todas se apagaron. Y volvieron a encenderse, esta vez de color blanco y rojo. Más gritos y aplausos surgieron cuando en mitad del campo comenzó a proyectarse un vídeo.
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La mala del cuento ©. [TERMINADA]
RomanceNo hay nada peor en el mundo que un corazón roto, y eso Emma Wallace lo sabe bien. Dos años después de que Cayden se apartara de su vida, Emma sigue sin ser capaz de superarlo. Lo ha intentado todo: sentir indiferencia, mirar hacia otro lado cuando...