Capítulo 48

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No podría describir ni en mil vidas la sensación que era despertar en los brazos de Axel, y quizás ello se debía a que no se había inventado aún una palabra que pudiera hacerle justicia

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No podría describir ni en mil vidas la sensación que era despertar en los brazos de Axel, y quizás ello se debía a que no se había inventado aún una palabra que pudiera hacerle justicia.

Observé con cuidado su perfil. Los ojos suavemente cerrados, la nariz, aquellos labios con los que llevaba soñando desde hacía mucho tiempo... Axel era una imagen que deseaba retener en mi memoria hasta que ésta algún día comenzara a fallarme.

Estiré la mano y deslicé con cuidado los dedos sobre su mejilla haciendo que su respiración se volviera un poco más pesada, y entonces sonrío.

—Buenos días. —susurré sin poder evitar devolverle la sonrisa.

—Maléfica...—su voz era pastosa. —Podría acostumbrarme a despertarme así todos los días.

—¿Así?

Abrió los ojos y yo me perdí momentáneamente en su galaxia.

—Con tu cuerpo pegado al mío y unas inmensas ganas de besarte.

Le golpeé porque mis mejillas adquirieron un tono demasiado rosáceo para mi gusto.

—Pues vamos a tener que dejar eso para más tarde o no vamos a llegar a clase.

Axel chasqueó la lengua y en un segundo su brazo me había apresado por la cintura. Me atrajo hacia él y depositó un suave beso en mi frente antes de separarse tan sólo unos centímetros, para mirarme a los ojos. El mundo parecía haberse detenido. Solo estábamos Axel y yo, como hace tanto tiempo debería haber sido.

—Voy a preparar café. —comenzó a decir con la voz a un ronca. —no creo que pueda hacerle justicia al de nuestra cafetería, pero seguro que es lo suficientemente bueno como para que no te duermas durante las próximas dos horas. —entrecerró los ojos un segundo. —Bueno, o al menos para que seas capaz de ganarle a Alice al parchis con una agilidad mental superior. —esta vez sus labios se curvaron hacia arriba en esa sonrisa altanera que tanto me gustaba.

—¿Sabes una cosa, Axel?

Me retó a contestar manteniendo aún esa sonrisa.

—No sé si tu café me dará la suficiente energía como para eso, pero seguro que sí para que salte sobre el pito de tu coche al menor despiste. Y sobretodo en un semáforo lleno de gente impaciente y malhumorada

—¿Ah, sí? —sus brazos me atrajeron un poco más hacia él. —¿Y qué pasará si alguien viene a por mí entonces? ¿Me defenderás?

—Depende, si me compras una bebida de las mías y un paquete de caramelos de menta puede que sí.

—Eso está hecho. —Axel depositó un beso en mis labios y entonces se levantó, buscando una camisa en el ropero que había en la parte derecha de la habitación.

No pude evitar quedarme mirándolo fijamente. Sólo llevaba puesto los calzoncillos y no podía negar que las vistas de su espalda y su abdomen desnudos eran dignas de admiración.

La mala del cuento ©.  [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora