El reloj marcó las cuatro de la mañana.
No volví a ver a Axel desde que se adentró entre la multitud media hora antes. Cuando hube paseado la vista las suficientes veces por la pista de baile en su busca, deduje que se habría marchado.
Una especie de sensación desagradable me había estado recorriendo el cuerpo desde que puse las dos nuevas copas frente a él y me dio la espalda. La sensación de que había sido una completa idiota. No podía borrar de mi mente la expresión de su rostro. Me había mirado como si le hubiera hecho daño, como si esperara más de mi y yo le hubiera decepcionado. ¿Pero qué podía esperar de mí? Era un cristal roto, un trozo afilado, una maldición. Y por primera vez en mucho tiempo, odié el sentirme así, el haberme equivocado.
Recordé la lista de la amistad. Aquella lista que había soltado con delicadeza en mi bolsillo. La que me había hecho reír aunque me costara reconocerlo.
—Emma.—Cynthia apoyó las dos manos en la barra justo frente a mi, haciendo que volviera a la realidad. —Te necesito en las mesas.
Parpadeé un poco confusa. El pelo azul le caía por detrás de los hombros como una cascada.
—Para servirlas. Tara se ha puesto mala, he tenido que mandarla a casa.
—¿Qué? No. —me quejé. —John. John puede hacerlo, ¿verdad? —miré a mi compañero que acababa de servir una fila de nada más y nada menos que trece chupitos. Que número más feo. —Sabes que lo odio, no puedes mandarme a ese infierno. Además estoy de muy mal humor como para atender a nadie. ¿John? —insistí mirándolo con la mejor mirada de "socorro" que pude fabricar.
—John no sabe coger la bandeja, y Liam tampoco. Eres la única que sé que no va a ir derramando copas por ahí. —siguió diciendo.
No me lo podía creer. Cuando decía que las desgracias venían juntas, lo decía en serio. No había verdad más absoluta en el universo que esa.
—He olvidado como se hace... —Cynthia no cambió la expresión del rostro y yo suspiré. —Vale.
—Genial. ¿Podrás ocuparte aquí? —esta vez se dirigió a John y este asintió. —Todo arreglado entonces. Vamos, Emma.
Cynthia se apartó y yo salté por encima de la barra teniendo cuidado de que el vestido no se subiera más de la cuenta. Atravesé el local a su lado hacia la otra barra y entonces puso una gigantesca bandeja plateada frente a mí.
Había aprendido a cogerla los años en los que sólo me encargaba de fregar las copas y los vasos, había visto divertido entretenerme practicando con ella, adquiriendo una práctica que nadie tenía. Y ahora aquella estúpida diversión estaba jugando completamente en mi contra. Dejé caer la cabeza en la barra unos segundos. Estaba agotada mentalmente, y lo que menos se me apetecía era pasearme mesa por mesa sirviendo copas.
Liam, un chico de pelo rapado y aspecto simpático, me tocó el hombro.
—Yo que tú no haría eso. —dijo obligándome a levantar la cabeza de la barra. —Vas a estar pegajosa lo que queda de noche.
Ya podía sentir que algún que otro resto de líquido se había adherido a mi frente, lo que mejoraba las cosas muchísimo más, claro. Liam me pasó un trapo limpio y yo me lo restregué cuidadosamente por la cara tratando de limpiarme; entonces me llenó la bandeja de tres copas y tres chupitos y me indicó la mesa dónde tenía que llevarlos.
El peso de la bandeja sobre mi mano me hacía sentir más anclada al pub y menos a mis pensamientos, así que una parte de mi agradeció en silencio el ir y venir constante de un lado a otro. Estuve entretenida el suficiente tiempo como para olvidar lo mal que me había sentido por haberme comportado como una estúpida con Axel. Saqué la libreta de la comanda y apunté el pedido de dos mesas antes de volver a la barra.
ESTÁS LEYENDO
La mala del cuento ©. [TERMINADA]
RomanceNo hay nada peor en el mundo que un corazón roto, y eso Emma Wallace lo sabe bien. Dos años después de que Cayden se apartara de su vida, Emma sigue sin ser capaz de superarlo. Lo ha intentado todo: sentir indiferencia, mirar hacia otro lado cuando...