Capítulo 26 (Parte 2)

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Cuando Cayden aparcó el coche frente al parque del mirador, el corazón me latió deprisa en el pecho

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Cuando Cayden aparcó el coche frente al parque del mirador, el corazón me latió deprisa en el pecho.

Dónde normalmente había flores y hierbas ahora se extendía un increíble manto blanco que cubría cada palmo del terreno. La visión casi era un sueño para mí. Me bajé del coche rápido, ignorando el ambiente helado, y solté una exclamación al ver como los pies se me hundían en la nieve hasta los tobillos. Menos mal que me había puesto calcetines gordos.

—Hacía dos años que no veía a este sitio. —murmuré casi sin pensar.

La última vez que había pisado este suelo era primavera, y las flores habían comenzado a abrirse. Recordaba el ambiente cálido, el sol acariciándome lentamente la espalda, y a Cayden; porque él fue quien me trajo, sólo que por aquel entonces las cosas eran muy distintas entre los dos. Di unos cuantos pasos, alejándome del coche, explorando todo el paisaje. Si cerraba los ojos aún podía ver el camino de tierra que conducía al mirador que había un poco más adelante; se trataba de una inmensa estructura de hierro negro que se erguía sobre la tierra casi como si una bruja la hubiera levantado por arte de magia. La última vez que me subí para observar la montaña, Cayden había tenido que bajarme en brazos cuando comenzó a entrarme el vértigo.

Qué romántico.

—Entonces el mismo tiempo que yo. —contestó acercándose a mi lado. Por un momento, pensar que no había llevado a Naia al lugar dónde tuvimos nuestra "primera cita" hizo que me sintiera extrañamente satisfecha, aunque sabía que era una completa estupidez. —Pues bueno...

Grité cuando se lanzó sobre mí tirándome sobre la nieve.

—¡¿Pero qué haces?!

—Voy a enterrarte en la nieve, no tienes escapatoria. —comenzó a decir cumpliendo con su amenaza.

De repente, sin saber por qué, comencé a reírme de tal manera que las lágrimas se me saltaron mientras Cayden me cubría de nieve con determinación. Le aporreé quitándomelo de encima, y fabriqué lo más rápido que pude una pequeña bola blanca que consiguió esquivar a tiempo.

—¿Quiere decir esto que estamos en guerra? —su voz, lenta y pausada, hizo que sintiera cosquillas en el estómago.

—Puede ser. —dije manteniendo una distancia prudencial al mismo tiempo que trataba de crear otro pequeño misil.

—Pues vas a arrepentirte.

Cayden era pésimo creando bolas de nieve. Siempre se le desmoronaban en las manos, pero la parte que conseguía lanzar me daba sin remedio, por mucho que yo intentara esquivarla. Se notaba que era uno de los mejores jugadores del equipo de futbol de la universidad. Por mi parte, las bolas que yo creaba podrían ir a parar perfectamente a un museo del arte, pero no acertaba al lanzarlas ni a la de tres.

Me había escondido tras un árbol, creando un pequeño arsenal de bolas de nieve y depositándolas a mis pies. Solté una maldición cuando escuché la risa de Cayden a pocos pasos de mí.

La mala del cuento ©.  [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora