Estaba congelada. Y casi literalmente.
Había tratado de frenar todo el rato el castañeteo de mis dientes mientras un pequeño autobús de emergencia nos llevaba a Axel, a Cayden y a mí a la enfermería del complejo. Bueno, y al pequeño bicho que había huido de mí en el bosque. No había querido soltarlo desde que Cayden consiguió encontrarlo en el agua, y el animal ahora no parecía tenerme miedo, porque estaba durmiendo plácidamente sobre las telas del abrigo de Axel, ya casi sin temblar. Era muy pequeño, del tamaño de una lata y media de Coca-Cola y se veía que aún era un cachorro, pero ¿qué hacía en mitad del bosque? El corazón se me partía de pensar que alguien podía haberlo abandonado.
Cayden chocó su hombro con el mío.
Se había sentado a mi lado y me había dedicado unas cuantas miradas de las que yo había fingido no darme cuenta. No tenía ganas de hablar y mucho menos cuando teníamos a Axel sentado justo detrás.
Él tampoco abrió la boca en todo el viaje, ni siquiera cuando Charlotte, una de las promotoras de la convivencia nos indicó que habíamos llegado al complejo. Cayden dejó que yo bajara primero del autobús y entonces los tres nos encaminamos en una procesión silenciosa tras la mujer, que nos condujo hacia una sala enorme, repleta de una luz blanca que me hizo achinar los ojos. Al cachorro tampoco pareció gustarle el cambio de iluminación porque volvió a esconder la cabeza entre las telas del abrigo.
—Podéis sentaros mientras llega el doctor. —dijo la mujer un segundo antes de desaparecer por la puerta y dejarnos a los tres en un silencio realmente incómodo.
Cayden fue el primero en tomarse al pie de la letra aquel permiso, dejándose caer en un pequeño sillón rotatorio. Aún tenía el caballo empapado y estaba ligeramente pálido, pero era el que mejor pinta tenía de los tres y eso que ni siquiera me había atrevido a levantar la vista hacia Axel. Sólo había podido ver sus manos, llenas de sangre seca y de heridas que hicieron que una parte de mí se estremeciera.
¿Qué has hecho, Axel?, ¿me odias tanto como para tener que desahogarte así?
Antes de que yo misma pudiera responder a esas preguntas la puerta se abrió, emergiendo tras ella un enorme señor vestido con una bata blanca.
—Así que vosotros sois los rescatistas submarinos —comenzó a decir mirándonos a Cayden y a mí. —¿Cómo es la experiencia de nadar en un río helado?
—No muy agradable. —contestó Cayden. —Pero bueno, hay que probarlo todo en la vida.
El doctor esbozó una sonrisa arrogante y se dirigió en primer lugar hacia mí.
—Examinemos primero a la señorita. ¿O alguno de vosotros se encuentra en un peligro inminente que requiera de mi ayuda urgente?
—Él está sangrando. —solté yo de repente.
Axel, que se había escondido las manos de manera estratégica en el momento en el que la puerta se abrió, contuvo la respiración.
—Yo no me he metido en un río helado. —fue lo único que respondió, aunque ninguno nos miramos.
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La mala del cuento ©. [TERMINADA]
RomanceNo hay nada peor en el mundo que un corazón roto, y eso Emma Wallace lo sabe bien. Dos años después de que Cayden se apartara de su vida, Emma sigue sin ser capaz de superarlo. Lo ha intentado todo: sentir indiferencia, mirar hacia otro lado cuando...