Alice me miró no muy convencida cuando le expresé las disculpas de nuestro ahora indignado amigo.
—Y te manda a ti. —dijo de malhumor. —Es que es increíble. ¿Por qué no puede decírmelo él?
Se echó la melena pelirroja hacia atrás, dejando ver una camiseta de media manga negra muy bonita. Me pregunté donde la habría comprado.
Estábamos sentadas en los bancos de piedra de la parte posterior de la facultad. El sol había decidido salir y ahora bañaba mi espalda haciéndome sentir somnolienta. Subí las dos piernas a la piedra y las rodeé con mis brazos.
—Porque es un engreído y no sabe disculparse. Lo que no quiere decir que no lo sienta.
—Pues va siendo hora de que aprenda. ¿Tienes un caramelo de menta?
Vaya pregunta. Siempre tenía. Era una de mis muchas manías. Rebusqué en mi bolsa y le dejé un puñado sobre la mesa.
—Ni siquiera sé por qué le perdono. ¿Por qué lo hago? A veces le agarraría y le zarandearía hasta que perdiera el sentido. Pero es que no puedo estar sin ese estúpido.
Me reí. Entendía ese sentimiento. El de amar a alguien perfectamente imperfecto. Un sentimiento que era aplicable no sólo a las relaciones sentimentales, sino también a la amistad, a la familia y a esos perros de apariencia amorosa que no dudarían en clavar sus cuquis dientes en tu piel.
—¿Entonces qué? ¿Le perdonas? —me fijé en como sus manos desenvolvían uno de los caramelos. —Está esperando al lado de la fuente. Agazapado como un conejito.
Alice puso los ojos en blanco.
—Que sí. Dile que puede venir.
Sonreí complacida. Yo era la de las malas vibras, así que no soportaba que mis dos mejores amigos estuvieran enfadados. Y no por nada, sino porque ese sentimiento negativo a tres bandas nos podría transformar en el jodido triángulo de las Bermudas, absorbiendo todo lo que estuviera cerca y llevándolo a dimensiones malignas. Me saqué el móvil del bolsillo y tecleé en él:
"Puedes venir, Rey de las Malas Notas."
La cabeza rubia de Nate no tardó en aparecer por la esquina del edificio de ciencias. Caminaba con la clase de seguridad de la que yo carecía, sonriendo como si el mundo estuviera completamente a sus pies. Me mordí el labio aguantándome una risita. Desde luego que era un maldito engreído.
Cuando llegó a nuestro lado se sentó junto a Alice, soltando sobre la mesa de piedra blanca una maleta negra bastante maltrecha.
—Señoritas... —dijo rebuscando en ella. El primer objeto que sacó fue un batido de fresa que dejó frente a Alice antes de darle un sonoro beso encima de su cabeza.
Ella lo apartó de un empujón mientras reía.
—Pelota. —siseó despegando la pajita del cartón, y en sus ojos marrones pude ver que el enfado de a penas minutos atrás había desaparecido por completo. -Gracias, anda.
—Sabes que te adoro, mi preciosa sirenita. —Nate le guiñó un ojo y entonces centró toda su atención en mí. —Y para mi conciliadora...
Dejó una brillante lata de bebida energética color azul eléctrico frente a mi. Mi humor mejoró de repente.
—No deberías beber eso. -me reprendió Alice. —Da ataques al corazón.
—Déjala, está teniendo un mal día.
—Y además, una al año tampoco hace daño. —terminé de decir yo chocando mi mano con la de Nate.
—Ya claro, eso si bebieras sólo una al año. —los ojos marrones de Alice se clavaron en los míos. —¿Y qué me he perdido ahora?
—Nada. —me encogí de hombros. —Solo Naia succionándole el alma a Cayden como si fuera un dementor. Ya sé que debería estar acostumbrada, pero me sigue dando asco.
—Ajá, asco... —los labios de Nate se curvaron en una mueca divertida. Le miré con cara de pocos amigos. Sabía lo que estaba pensando perfectamente: "Me sigue dando asco. Y muchos celos."
—Asco. —repetí.
—Ya. —dijo. —Si esta semana sigue siendo igual de entretenida voy a colapsar. ¡Y sólo estamos a la mitad!
—¿Qué te ha parecido tan entretenido? —musité de malhumor. Abrí la lata con un dedo y le di un sorbito esperando que el líquido me hiciera un poco más feliz. —Porque a mi me está pareciendo un muermazo.
—No me niegues que no te ha encantado que tu archienemiga se ponga al menos un poquito celosa de ti. —Nate apoyó los codos en la mesa, dirigiéndome una de esas miradas que me retaban a confesar algo que yo no quería.
Enarqué una ceja.
—¿Cuál de ellas?
Nate se inclinó hacia mi claramente sorprendido.
—¿Qué es lo que me he perdido yo?
Cuando le conté lo de Bethany y su patético intento por engañarme ambos se rieron. Habían pasado junto a ella el tiempo suficiente para verla perfectamente capaz de hacer algo así de rastrero por un tío. Ya lo había dejado bastante claro cuando se lio con Cayden siendo una de nuestras mejores amigas, ¿por qué no iba a hacerlo ahora que no teníamos ningún tipo de relación?
—Vale. Pues no me refería concretamente a ella, sino a Naia. No lo niegues. Parecías haber desaparecido del mapa respecto a su relación desde hacía bastante tiempo y de repente, ¡pum!, el universo te lo pone todo por delante y vuelves a la batalla. —bebí de la lata sin prestarle mucha atención. —Axel es tu jodida bola de dragón, no me lo niegues. Y ya no sólo eso sino que encima, antes de que empiece tu magnífico plan, consigues hacerte notar y poner de los nervios a todo el mundo. Dime cómo lo haces.
Yo no le había contado que Naia se había molestado por que Cayden me llevara a la biblioteca.
—¿Magnifico plan?. —repitió Alice claramente molesta con el tema. —Los dos estáis como una cabra. Los tres si contamos al tercer mosquetero capaz de meterse en esta gilipollez de niño de instituto. Tenemos diecinueve años, creo que va siendo hora de madurar.
—¿Cómo te has enterado de lo de Naia, Nate? —pregunté ignorando el comentario de mi amiga.
Nate se miró las uñas haciéndose el interesante y barajé la idea de lanzarle la lata a la cabeza, pero no quería desperdiciarla, así que bebí un poquito más. Fue Alice quien habló para mi sorpresa.
—Estuvieron discutiendo de camino al campo de futbol. Nos los cruzamos.
—¿Y me entero por el melancólico de la terraza y no por vosotros?
—¿Por quién..? —musitó Alice sorprendida.
—Por el bolas de dragón. —dijo Nate al mismo tiempo que sonaba el timbre que indicaba el fin del descanso. —Y espero que en todos los sentidos.
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La mala del cuento ©. [TERMINADA]
RomanceNo hay nada peor en el mundo que un corazón roto, y eso Emma Wallace lo sabe bien. Dos años después de que Cayden se apartara de su vida, Emma sigue sin ser capaz de superarlo. Lo ha intentado todo: sentir indiferencia, mirar hacia otro lado cuando...