Capítulo 30 (Parte 2)

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Subí el volumen de la radio cuando el locutor de la emisora le preguntó a una señora qué cosas moralmente incorrectas había hecho

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Subí el volumen de la radio cuando el locutor de la emisora le preguntó a una señora qué cosas moralmente incorrectas había hecho.

—Bueno... —había comenzado a decir ella al principio recelosa. —Pues mira, sé que está mal, pero a veces me como paquetes de patatas dentro del supermercado.

—Vaya vaya, ¿robando patatas entonces? —se burló el hombre que tenía una voz profunda.

—A ver, yo robar no robo nada. —respondió la señora. —¿Lo saco del supermercado? No, pues entonces no se le puede llamar por ese nombre...

Enarqué una ceja y se me escapó una pequeña sonrisa por aquella ocurrencia. Desde luego que sacar no sacaba nada del establecimiento.

Le di un ligero toque a la manilla del parabrisas cuando comenzaron a caer de nuevo gotas de agua sobre el cristal, impidiéndome la visión. Eran dos cosas que odiaba profundamente, que lloviera mientras conducía y que además fuese de noche, lo cual lo empeoraba todo el doble.

Solté una exclamación y algo parecido a un ¡¡toma!! cuando comprobé que me habían dejado espacio para aparcar delante de casa, lo cual era prácticamente inusual los días de lluvia.

—Desafortunada en el amor... muy afortunada en el aparcamiento. —me dije a mi misma metiendo el coche en el hueco casi sin tener que maniobrar.

En el mismo momento en el que hice girar la llave en el contacto, la puerta del copiloto se abrió y una figura apareció por ella haciendo que pegara un brinco en mi asiento y que me golpeara la cabeza con el techo. Solté una maldición cuando una sonrisa se extendió por el rostro de Cayden. Le golpeé en el mismo instante en el que cerró la puerta.

—¡¿Se puede saber qué estás haciendo?! —grité aporreándolo. –¡Podría haber muerto de un infarto!

Consiguió protegerse de mis manos sin ningún esfuerzo y me sujetó por las muñecas paralizándome completamente.

—Me refugio en tu coche. Pensaba que estaba claro.

—Te refugias en mi coche. —repetí perpleja observando como algunas gotas de agua le resbalaban por el rostro. Me zafé de su agarre y me pasé la mano por el lugar dónde mi cabeza se había golpeado. Le miré con cara de asesina. —Me parece que últimamente se te está yendo la pinza. ¿Qué quieres ahora?

—¿Qué quiero?

Traté de controlar las ganas de agarrarle por el cuello de la camisa y zarandearle como si no hubiese un mañana y Cayden pareció adivinar lo que estaba pensando, porque las comisuras de sus labios se elevaron lentamente, de una forma que me pareció extremadamente provocadora.

—¿No te parece que es un poco tarde?

Abrí los ojos estupefacta.

—¿Perdona?

Cayden se apoyó mejor sobre el reposa cabezas, girándose completamente hacia mí. Llevaba puesta una sudadera negra con capucha y por un instante me quedé contemplando como aquel color le congeniaba a la perfección con los ojos.

La mala del cuento ©.  [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora