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1983 - Indiana, Hawkins.
Harrrington echaba humos por sus orejas.
A decir verdad no creyó que podía enojarse tanto hasta esa noche. Donde no solo se encontró a su supuesta novia con otro chico, sino que además era Jonathan Byers. La persona que no quería ni ver luego de que se juntara demasiado a su amiga.
Aunque si lo pensaba con claridad, no podía decir una sola palabra. Él tampoco le fue completamente fiel como para molestarse de esa manera. Y ahora, entendía lo que Wheeler debe de haber sentido cada vez que lo veía con Hunter. O lo que Freya pensaba en cuanto él se acercaba a Nancy.
-Estúpidos adolescentes-
Steve pronuncio la misma frase que Freya siempre repite. No solo aplicaba para los demás. En cierta manera para él también. Eran simples chicos que no tenían ni idea de lo que era la vida o como afrontarla. Y lo peor, es que todavía no vieron la peor parte.
-¡Mierda Freya!- el muchacho grito al verla -¡Deja de asustarme así!-
Pero en lugar de recibir una risa o que ella se tirara a sus brazos como solía hacer normalmente, todo lo que tuvo fue silencio. Y eso lo hizo preocuparse por ella y la forma en la que parecía no sentir nada. Ni su voz, ni el frio que entraba por la gran ventana, ni tampoco la luz que se colaba por la puerta.
-¿Frey?-
Eso lo llevo a llamar por ella de nuevo, notando que se veía aterrada por completo gracias a lo que vio o escucho. Hunter paso la peor noche de su vida por seguir a un monstruo que creyó ficticio directo a una dimensión desconocida. Y no iba a poder olvidar jamás el terror que sintió ahi dentro, mucho menos los sonidos de esa cosa.
Entendería en el futuro que eso solo lo haría mas fuerte. Que eso le permitiría ir y enfrentarse a lo que sea que le deparara el destino. Pero en esos momentos no se veía capaz de querer estar sola. De hecho, en un primer momento creyó que llorar en el silencio de habitación la calmaría.
Por eso convenció a Jonathan de que la trajera a su casa nuevamente, se baño, cambio y recostó entre la suavidad de su cama. Eso parecía ser la mejor opción. Pero las lagrimas no caían, la oscuridad era muy fuerte y todo su hogar se sentía solitario. Su mente estaba en una constante alerta, pensando que si cerraba sus ojos esa cosa volvería por ella.
Necesitaba mas compañía de la que admitía.
-Steve...-
En cuanto la escucho decir eso de manera entre cortada, Harrington finalmente se acerco a su cama, encontrándola sentada en el centro. Su delicado pijama de color blanco resaltaba entre sus sabanas azules, con su cabello mojado -ese que cepillo al menos quince veces para quitar la sustancia pegajosa-, y una pequeña linterna a la que se aferraba como si su vida dependiera de eso.
