CHAPTER 7

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¿Me perdonarías después de dejarte?

Créeme no quisiera hacerlo, pero el destino es cruel conmigo.

Jungkook llegó a su hogar contento. El chico lindo del hospital había aceptado acompañarlo a uno de sus lugares favoritos, el chico millonario a quien acompañó a casa, ese chico que no se quejó por el aspecto del lugar o la tarea que realizaron durante toda la tarde, por eso estaba feliz, porque en un momento, cuando esa enorme mansión se hizo presente frente a él, temió que su ilusión acabaría, pero fue así, Taehyung no era ese tipo de chicos y por eso estaba feliz. No era el hecho que tuviera un nuevo amigo, era el hecho de que fuese Taehyung ese nuevo amigo, era eso que provocaba en su interior, aquellas cosas inexplicables y únicas, un nuevo fenómeno natural; más tormentoso, una mezcla de tormenta rabiosa endulzada con el sabor de los colores de arcoíris, capaz era un huracán que revoloteó todo su sistema, no tenía idea, pero estaba más que idiota por el chico nuevo, por su Taehyung. El rubio tenía todo lo que atraía a Jungkook, era rebelde, pero dulce, un chico de malos hábitos, pero con cara de niño, de poca experiencia, pero con una mentalidad de adulto y amaba eso. Taehyung era como un imán de cosas que atraían a Jungkook por eso podía sentir las cosquillas en su estómago, los escalofríos y las sensaciones hormigueantes en su pecho, todo eso apuntaba al enamoramiento de un adolescente, a las sensaciones inmaduras de un amor grande y desesperado, un amor sin límites. Jungkook estaba en esa etapa, en esa, en donde los jóvenes se idiotizan completamente, incluso Jungkook. Si Taehyung lo mirase sonriéndole, como lo hizo en la moto, el caería bobo en sus encantos, si Taehyung le hablase bonito el chillaría gustoso de felicidad, porque el rubio provocaba en él necesidad. La necesidad de besar esos labios carnosos que se balancean para él, de hundir su rostro en su pálido pecho y morder esa clavícula, de tomar su mano y de mirarlo como idiota si eso quisiera, de fugarse junto a él si era necesario, el rubio le provocaba sensaciones extrañas y fogosas. Quizás lo que sentía por el menor era eso, deseo; una mera atracción física, por el hecho de ser el joven más lindo que vio en su corta vida, pero un deseo que fácilmente podría convertirse en algo más, en amor, un noviazgo quizás. Ese chico era como una ráfaga de viento en su jardín de delicados jazmines. No destruía, solo provocaba un todo de golpe y él apenas si podía controlar sus impulsos de adentrarse en esa ráfaga y bailar con el viento.

Con las sensaciones a flor de piel, entró a su casa jugando con las llaves de su moto, sonriendo por el grandioso día. Sabía que su madre no estaría en casa porque trabajaba todo el día así que sin preguntar abrió la puerta de su casa, dejó sus cosas en la entrada y caminó hacia la parte trasera de su cálida casa, donde junto a su madre, compartían buenos momentos en los tiempos libres. Los mejores que su mente adolescente recuerda. Allí, había un hermoso jardín con una única habitación de paredes blancas, separada de la casa, con enormes ventanales de vidrio, adornada con plumbagos, jazmines y rosas trepadoras de todos colores. Era un lugar hermoso, la vegetación era hermosa y fresca. Jungkook amaba la naturaleza, las plantas y sobre todo las rosas. Tenía plantas de todo tipo; de noche, de día, de frío, de calor, estacionales, anuales, perennes, bienales, todo. Por eso, el jardín se mantenía hermoso cada año, en cada una de sus estaciones.

Dentro de esa habitación cristalina se encontraban un sin fin de lienzos de todo tipo, algunos usados, otros en blanco. Tarros de pintura, pinceles de todos los tamaños, brochas, acrílicos, paletas usadas y con colores mezclados, otras limpias. Un jarrón de cristal lleno de lápices de colores y negros de diferente tamaño y trazo, reglas gigantes, una inmensa lupa, pinturas hermosas ya terminadas, otras a medias. Era el espacio de un joven artista y es que Jungkook era un niño prodigio en el arte, cada pintura parecía realizada por un profesional. Él se la pasaba gran parte de su tiempo allí, cuidando su jardín, pintando o escribiendo en alguno de los cuadernos de hoja vieja que estaban colocados en forma desordenada por el lugar, o si no se dedicaba a componer canciones el piano, un piano blanco colocado en una de las esquinas desordenado y alejado del vértice de la pared, con un atril que sostenía una cantidad inmensa de partituras. También tenía una pequeña estantería con sus libros favoritos, Jungkook era arte viva, un artista apasionado.

STAY ALIVE/KOOKVDonde viven las historias. Descúbrelo ahora