Lucier

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—¡Salud! —gritó Lucier.

—¡Salud! —respondieron el resto de los invitados, continuaron tomando y claro que como de costumbre la fiesta siguió durante un par de días...

Punto de vista de Lucier

—Carajo me duele la cabeza —dije en voz alta.

Jajaja lo olvidé, yo no puedo sentir dolor. Pero bueno, tengo que admitir que de 10000 años que llevo en esta tierra, nunca me cansaré de despertar rodeado de hermosa y por supuesto semi desnudas mujeres. Y ahora, es hora de organizar la próxima fiesta... Tomé unos pantalones y una camisa, mi chofer me esperaba abajo –.Raúl, vamos a la licorería de siempre.

—Claro jefe —él avanzó, tomé mi celular le marqué a muchos conocidos y a un par de modelos, que puedo decir, las ventajas de ser el príncipe del infierno, la vida me trata bien no me quejo, tengo mujeres, dinero, lujos, poder, lo tengo todo.

Llegamos a la licorería, me bajé y ya tenían listo mi pedido de siempre yo solo lo tomé, dejé una paca con dinero y me fui, si, dinero, eso vuelve LOCO a todos los humanos, no conozco ningún humano que rechace el dinero y mucho menos si es dinero fácil, y créanme llevo suficiente tiempo aquí como para saber eso muy bien. Me subí a mi camioneta, todo lo que necesitaba ya estaba en la cajuela.

—Raúl, vámonos.

—Me temo que Raúl no se encuentra —dijo una voz familiar.

—Samuel que sorpresa, ¿qué tal el infierno? No, mejor no me respondas, tengo una fiesta que hacer, espero no volverte a ver, adiós.

—Lucier, no vengo porque extraño tú incompetencia, ni porque te extrañe a ti, tú padre te habla así que vámonos —dijo Samuel en tono demandante.

—No he regresado al infierno en 10000 años, ¿por qué regresaría ahora?

—Tú padre tiene un trabajo para ti, ahora ¡MUÉVETE Y VÁMONOS!

—Te recuerdo que el príncipe soy yo.

—Hace ya tiempo que nos has ido y mucho a cambiado, pero bueno disfruta tú fiesta —dijo eso y desapareció, ¿cómo que mucho a cambiado?, si ese inútil ahora es príncipe lo voy a matar con mis propias manos, me teletransporté al infierno, en cuanto llegué todos hicieron una reverencia.

—Excelente creo que no cambió nada importante, así que ya me puedo ir —me di la vuelta, sonreí y saqué mis alas listo para irme.

—Hijo —dijo una voz que para ser sinceros no extrañaba en lo absoluto, me di la vuelta e hice una reverencia.

—Hola padre.

—Esperaba que vinieras Lucier, tenemos que hablar —lo seguí al palacio, al entrar sentí un golpe de frío.

—¿Por qué esta tan fresco aquí? —dije mientras tomaba un dulce.

—Desde que te fuiste todos los días a esta hora bajamos un poco la temperatura —respondió mi padre.

—¿Y se puede saber a cuántos grados estamos ahora? —pregunté mientras tomaba asiento.

—Estamos a unos frescos 86°.

—Muy cómodo debo decir, me alegra que estén cambiando y sean más novedosos, como siempre fue todo un gusto verte padre —me levanté y saqué mis alas.

—Alto ahí Lucier, en mí tus dones de manipulación no funcionan, nunca lo olvides... ahora ¡SIÉNTATE! —tomé asiento y como siempre tomé un poco de té.

—Bueno te escucho —dije mientrtas le daba un sorbo a mi té.

—Volverás a trabajar —escupí mi té.

—Jajajajajajajaja, también agregaste humor aquí eh, buena esa padre caí redondito... bueno, aunque me encantaría seguir pasando esta linda velada contigo y seguir contando chistes, increíblemente gracioso, tengo que volver a casa así que creo que ya me voy...

—Yo no bromeo Lucier.

—¡Y yo no volveré a trabajar! —agregué molesto.

—No está en discusión —dijo mi padre molesto, yo me levanté.

—Tienes millones de demonios, ninguno igual de genial ni guapo que yo, pero aún son un poco útiles, dile a alguno ¡mira ahí va Tom!

—NO, él está torturando a Porfirio Días... —me interrumpió.

—¡Tienes billones de demonios!

—Si y tenemos mas de trillones de personas que castigar y torturar, ya llevas bastante viviendo lujos, además este será tú último trabajo. El último.

—Hecho, pero es el ÚLTIMO.

—Tenemos un trato.

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