Capítulo 22

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Brooke

—¿Y ya has dejado de tener las náuseas matutinas? —me pregunta William a través de la pantalla de mi laptop.

Me quejo involuntariamente de eso.—Matutinas mi trasero—eso definitivamente le arranca una carcajada.

—Que dama, Brooke—se burla de nuevo.

—¡Es que no es que solo sea en las mañanas! Ayer tuve que detener a Bennet en media caminata porque estos pequeños decidieron que era buena idea odiar el chocolate ¿Quién en su sano juicio rechaza un chocolate?

—Nuestros pequeños, al parecer—lo miro quitarse la corbata y colocarla en alguna parte de su escritorio, es lo que siempre hace después de un largo día de oficina, ya está a punto de terminar su horario laboral, pero apuesto lo que sea a que se quedará después de eso, sonrío porque extraño esos pequeños movimientos que hace con agilidad, está en la oficina del periódico y se ve feliz de verme aunque sea por una videollamada—, hoy cumplen tres meses—me dice feliz.

—¿Puedes creerlo? —me levanto un poco de la silla para que vea el bulto de mi estomago.

—Quisiera poder estar ahí para tocar esa pancita, tu también te ves hermosa, Brooke—su comentario me hace sonrojar un poco porque no es algo que hagamos con frecuencia, el elogiarnos es nuevo.

—Tengo que decirte algo—comento algo nerviosa—, vuelvo a casa mañana.

—¿Mañana? —parece sorprendido y no lo culpo, yo también creí que me querría quedar por siempre en este paraíso, pero conforme más pasaba el tiempo, más me daba cuenta de que extraño a ese idiota de Miller, de hecho me costó tanto decirle que sí al señor Hitman cuando me pidió que viniera a supervisar todo, le prometí no excederme y es justo lo que estoy tratando de no hacer.

—Mis pechos están enormes—le confieso un poco avergonzada—, estoy a días de no soportar las largas caminatas que hago con Bennet para obtener las fotografías y si te soy sincera no sé si se deba al embarazo, pero me estreso con más facilidad. No quiero ponerme en riesgo así que antes de que sobrepase mis límites voy a regresar.

—Muchas gracias—su respuesta me deja un poco confundida—, por poner a nuestros hijos por delante, estoy seguro que tu trabajo es importante, pero me maravilla como te colocas en este papel de madre con tanta facilidad.

—Gracias por estar aquí al pendiente casi todo este mes, quiero decir, no voy a completar toda la consigna, pero no quiero arriesgarme a nada, además en unos días es mi cita con el ginecólogo, no faltaré por nada del mundo a eso.

—¿Regresarás a trabajar conmigo?

—¿Cuándo termine lo de la revista?

—Cuando quieras—su honestidad me hace reír porque me ha contado de cómo no ha aceptado que alguien más cubra mi lugar, dice que soy su única compañera y que así se va a quedar.

—Podemos ver cómo de mal estás y lo voy a pensar—bromeo ahora yo con él, le doy un mordisco a mi emparedado de mermelada y lo veo sonreír.

—Créeme, Cielo, estoy tan pérdido sin ti—el mote cariñoso me calienta el corazón, hace tantos años que nadie me trata con esa delicadeza que él muestra, incluso estando en la distancia—, tengo que irme—lamenta—, aún tengo que resolver todo un departamento de oficinas.

—Ve a salvar el mundo—me despido besando la palma de mi mano y colocándola frente a la pantalla, él acerca la suya a su pantalla como si agarrara el beso y lo pone sobre su corazón. Al principio fue una broma, pero ahora se ha convertido en mi despedida y creo que a él le gusta porque una sonrisa de satisfacción llena su rostro.

Todo lo que quieroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora