Capítulo I.

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-¿Podrías ir por mí? Por favor sal... Tengo miedo- admitió viendo su rostro en el espejo, su cabello negro con sus mechas rojizas caían por su frente, un enorme suéter de color blanco cubría su cuello y brazos, era verano- Por favor... No se quien fue pero... Pero me han estado siguiendo y tengo miedo- sus ojos comenzaron a lagrimear mediante el tiempo y él no obtenía una respuesta, sus uñas se clavaban en las palmas de su mano de manera inconsciente y otro suspiro salió de sus labios al no obtener nada- No me dejes solo tú también...- suplicó de todas maneras, mordiendo su labio mientras limpiaba sus lágrimas sin dejar de mirarse en el espejo durante varios segundos más, analizando su vestimenta.

Era verano y él estaba abrigado, no quería que alguien viera sus cicatrices, no quería dar explicaciones.

Terminó dándose por vencido luego de algunos  minutos en los que solo se dedicó a mirar el reflejo de su rostro en el espejo, no había obtenido nada. Bajó hasta la sala y tomó su mochila, colgándola en su hombro antes de abrir la puerta- ¡Adiós ma...má...!- su voz fue un susurro al final, una sonrisa de lado y una expresión triste se formó en sus labios mientras cerraba la puerta al fin, estaba fuera de casa luego de tanto. Sus ojos escanearon a su alrededor con pánico sin poder evitarlo, buscando aquel rostro nuevamente pero no había nadie. Personas caminando por la cera, autos andando por la carretera y un auto negro parqueado cerca frente de una tiendita, la señora solía vender pasteles hasta hace poco que decidió retirarse, extrañaba sus pastelitos si era sincero. No había nada que lo mantuviera alerta y por ello comenzó a avanzar hasta detenerse en la parada del autobús, era el siguiente reto. Miraba nervioso a su alrededor, la gente se amontonaba queriendo ser de los primeros en subir al autobús que estaba deteniéndose frente la multitud y él fue empujado hacia atrás, su espalda choco con algo frío y liso, se quejo bajo y cerró sus ojos por el dolor, mirando hacia adelante como a la gente parecía no interesarle si lastimaban a alguien con sus prisas, mordió su labio inferior nervioso y se enderezó, esperaría otro. Ese ya estaba muy lleno.

-Chico, ¿No subes?- el conductor le preguntó con voz alzada y él lo miró confundido. ¿Le hablaba a él? ¿Por qué?- Aún hay espacio, el otro autobús pasará dentro de media hora- le señaló el horario frente a él y sintió pánico recorrerlo, media hora, 30 minutos solo en aquella calle, sin más personas a su lado.

Él tenía auto, podía ir en auto y... No, no podía conducir, no se atrevería a hacerlo de nuevo pero subir a aquel transporte le aterraba, ¿Por qué él hombre seguía esperándole? ¿Por qué no se iba? ¿aquello era normal?. Sus ojos miraron asustados por el lugar de manera automática, queriendo asegurarse que no había alguien vigilándole, pero la gente dentro del autobús comenzaban a alzar alzar sus voces con molestia, pidiendo que alguno de los dos hiciera algún movimiento y él no podía hablar para pedirle que se fuera porque le asustaba. El señor pareció comprender su mirada aterrada y por ello comenzó a pedirle a los pasajeros que se calmaran un poco, dirigiéndole la mirada una vez más y él solo vio como éste le dedicaba una sonrisa de lado antes de avanzar, dejándolo solo ahí, parado.

¿Le daba miedo estar solo? Si.
¿Le daba miedo estar acompañado? Mucho más.

Así que vio hacia atrás, por donde sus pasos habían comenzado, dudando sobre si sería buena idea regresar a casa y encerrarse en su habitación o esperar el otro autobús, porque él en definitiva no conduciría su auto nuevamente, ni algún otro. Miró entonces la dirección donde aquel autobús había avanzado y se enderezó, comenzando a dar pasos lentos, dudosos. Su cabeza gacha mientras sentía las miradas de las demás personas sobre él. ¿Lo estaban viendo? ¿por qué? Su vista iba de izquierda a derecha, miraba al frente con duda y también veía hacía atrás queriendo asegurarse que no había tan siquiera una sombra a su lado. Estaba solo, mordía sus labios mientras continuaba avanzando sin detenerse decidiendo comenzar a contar la cantidad de pasos que llevaba hasta el momento porque aquello lo ayudaba a distraerse, 75.

🅃🄷🄴 🄱🄾🄾🄺: ᴏᴘᴇɴ ʏᴏᴜʀ ᴍɪɴᴅ!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora