JiMin
Hasta el día que conocí a Min YoonGi, mis sueños estaban llenos de nubes blancas y mullidas, sabrosas tartas de manzana.
—No quiero oír ni una palabra más al respecto, YoonGi. Puedes quedarte aquí siempre que quieras.
Estaba a punto de bajar para ayudar a mi madre a poner la mesa cuando aquellas voces llegaron hasta mí haciendo que me detuviera en seco.
—¿Ves? Ya te he dicho que no pasaba nada. Ven, vamos a mi habitación.
—Espera, JiHyun. No vayas tan rápido.
Oí el apagado tintineo de la taza de café de mi madre cuando la dejó en la encimera de la cocina unos segundos después.
—YoonGi —volvió a hablar de nuevo—, ¿estás seguro de que no quieres que llamemos a nadie? Quizá deberían examinar a tu madre para asegurarse de que esté bien, o podemos avisar a tu padre y decirle que pasarás la noche en casa con nosotros. Estoy segura de que se preocupará si llamara a tu casa y no lograra hablar con ninguno de los dos.
Park YuJin, mi madre, era una mujer tierna y compasiva, tan buena que parecía que tenía el corazón de brillante oro líquido. Había oído cómo mi abuelo se lo decía innumerables veces por soportar a mi padre, así que debía de ser cierto; o eso pensaba con mi mente infantil. Aunque mi madre tenía también una parte que la hacía volverse salvaje, ya que protegía ferozmente a los que consideraba parte de su familia.
Dejando eso a un lado, era una mujer feliz, como a mi padre le gustaba llamarla, pues poseía una forma secreta de hacer sonreír a cualquiera, incluso cuando estaban tristes por algo. Lo sabía porque siempre me hacía reír cuando íbamos al dentista, que era el lugar más aterrador para un niño de seis años (¡casi siete!). Si estabas con ella, no tardaba en conseguir que sonrieras en poco tiempo.
No solo tenía ese efecto en mi hermano y en mí, sino que conseguía lo mismo con mis amigos. Cada vez que era ella la que venía a recogernos al colegio, todas la miraban con una enorme sonrisa tonta en la cara.
Había habido solo un pequeño problema...: el hecho fundamental de que yo no tenía un corazón de oro y tampoco que nunca se me había dado bien ser pacífica o elegante, aunque mi madre era el epítome de esos rasgos.
Sin embargo, no era culpa mía; siempre era mi hermano el que me provocaba. Si hubiera que repartir culpas, estas caerían directamente sobre sus hombros, no sobre los míos.
JiHyun era mi hermano mayor, el que seguía fastidiándome, y lo había hecho, probablemente, desde el día en que nací. Por desgracia, no recordaba los primeros años de mi existencia, pero estaba segura de que él también se había pasado conmigo en esa época. Según me habían contado mis padres unos días después de que me trajeran del hospital a casa, les había dicho que habrían debido devolverme al lugar en el que me habían encontrado, junto a los contenedores de basura.
¿Lo pueden creer? Mi querido hermano mayor...
Ni siquiera había terminado todo eso con una inteligente amenaza velada. Me recordé a mí misma el día que se había puesto a correr con mi cochecito por el parque, conmigo dentro. ¿Por qué? Seguramente para matarme de un infarto.
A una edad temprana, llegué a la conclusión de que no podría tener un corazón de oro hasta que él dejara de provocarme. Cada vez que estaba cerca, era probable que hiciera o dijera algo y que yo perdiera la calma, lo que nos llevaba a pelearnos a gritos. Y no había nada divertido en gritarle a alguien porque no quería jugar a los caballitos conmigo.
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Cine y letras | YM
FanfictionJiMin recibe la notica de que su primer libro será llevado a los cines. El cual se inspiró en su primer amor, Min YoonGi, mejor amigo de su hermano. El rubio hubiera chillado de felicidad, si no fuera porque cierto pálido formaría parte del cast y...