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JiMin

Después de pasar casi todo el día solo porque YoonGi tenía cosas que hacer, estábamos en una limusina con LeeSeo, yendo hacia el teatro donde se realizaría la proyección del estreno.

—¿Recuerdas todo lo que te he dicho, JiMin? —me preguntó ella después de que terminara por fin de hablar con el pálido.

Me costó mucho no poner los ojos en blanco.

—Sí, LeeSeo. Dejaré que YoonGi hable la mayor parte del tiempo mientras yo me limito a sonreír y trato de parecer ideal de la muerte a su lado. — Levanté un dedo como si acabara de recordar algo—. ¡Oh, lo siento, casi lo olvido! También me aseguraré de hacer alarde del anillo de alguna manera sin que parezca que se lo estoy metiendo en las narices a todo el mundo.

YoonGi se rio entre dientes y me tendió la mano con la palma hacia arriba. —Vamos, ya casi hemos llegado.

Sonriéndole con timidez, le agarré la mano. Todavía no podía enfrentarme a sus malditos ojos.

Intenté no pensar en la conversación que había tenido con TaeHyung esa mañana.

«¡He dormido en la misma
cama que YoonGi!».

«¿Has visto las joyas de la Corona? Comienza a describirlas ahora mismo».

«No, Tae, no he visto sus... nada. Y, si alguna vez tengo el privilegio de verlas, no las llamaré "las joyas de la Corona"».

«Oh. Entonces, ¿qué estaban haciendo en la cama, pillines?

«A veces cuestiono nuestra amistad...».

«Se pasará, no te preocupes. Vamos, suéltalo todo».

«Resumiendo, había un admiradora chiflada esperándolo en su habitación, que resultó ser mi dormitorio. Después de que se la llevaran, él quiso que durmiera con él para que me sintiera sano y salvo».

«Me caí de la cama... ¿Has oído el golpe? Estoy en el suelo. ¿Estás bien? ¡Te voy a llamar ya!».

Antes de que pudiera decirle que no podía hablar, su rostro ya iluminaba mi pantalla.

—Se supone que tengo cinco minutos para arreglarme el pelo y maquillarme, se supone que no tendría que hablar contigo ahora —le dije tan pronto como respondí a su llamada.

—Hola a ti también, mejor amigo mío. ¡Santo Dios...! ¿Dices que tienes que arreglarte el pelo y maquillarte? Dentro de unos días no recordarás ni mi nombre.

—He sido yo quien te ha enviado un mensaje hace unos segundos.

—Bueno, no podía mostrar mi entusiasmo a través de mensajes, era necesario que oyeras mi voz. Querías escuchar mi voz, ¿no?

Abrí la puerta del balcón y salí para asegurarme de que nadie pudiera oírme.

—La verdad es que sí... Tengo que contarte algo más, pero no puedes asustarte, ¿de acuerdo? Porque si te asustas tú, me asustaré yo, y yo no puedo asustarme.

—Dios, me estás volviendo loco con tantas conjugaciones del verbo «asustar».

—En serio, tengo que estar listo antes de que entren. No quiero que LeeSeo se enoje. Vamos al grano: como te he dicho, hemos dormido en la misma cama.

—Sí. Sí. ¡Sigue, sigue!

—En medio de la noche, me desperté porque sentí algo en la pierna.

—¿Qué? —chilló en el otro extremo de la línea, haciéndome alejar el teléfono de la oreja—. ¿Eran sus joyas de la Corona?

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