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JiMin

Cuando llegué al apartamento, fui directamente a la habitación de TaeHyung.

—Por el amor de todos los cachorritos del mundo —dije cubriéndome
los ojos con las manos—, si hay penes desnudos, que se cubran.

Escuché la risa de mi amigo.

—Estoy solo, Mimi.

Apartando las manos de la cara, cerré la puerta y me apoyé en ella. El peligris
se incorporó en la cama y dejó el portátil—. ¿Que ha pasado? No has llegado a responderme a los mensajes.

Respiré hondo y luego solté el aire.

—YoonGi me ha pedido que me case con él.

TaeHyung me miró sin pestañear.

Levanté la mano, me la miré y luego volví a mirarlo.

—Me tiemblan las manos.

—¿Perdona?

—Me tiemblan las manos —repetí.

—No me refiero a eso. ¿Podrías repetirme lo que has dicho antes? Creo que no lo he entendido bien.

—Me ha pedido que me case con él.

—Bueno. ¿Estoy soñando o realmente estás en mi habitación diciéndome que Min YoonGi te ha propuesto matrimonio?

Me cubrí la cara con las manos y gemí.

—¿Podrías acercarte un segundo? —me pidió con calma.

Después de dar unos pasos, me senté a su lado. Se estiró para pellizcarme la pierna.

—Lo he intentado cuando estaba de camino. No es un sueño.

—¡Joder! —gritó, cubriéndose la boca con las manos—. ¡Joder! ¿Le has hechizado o algo así? ¡Qué rápido eres...!

—Tae, quiero que me escuches con atención, ¿puedes hacerlo?

—Claro, creo que soy capaz de oír cualquier cosa que estés a punto de decir. Por cierto, me siento muy impresionado a la par que conmocionado en este momento —bromeó—, por si no lo imaginabas.

—Ya, pero no creo que lo estés tanto después de escuchar toda la historia.

Abrazó la almohada y me indicó que continuara.

—Al parecer, el vídeo del callejón...

—¡No, espera! —me puso un dedo en los labios y saltó de la cama—. Voy a buscar el soju que escondí en la cocina. Necesitamos celebrarlo con alcohol.

—¡No vamos a celebrar nada! —siseé a sus espaldas, pero ya se había ido.

Cuando regresó, sostenía dos vasos y una botella de soju medio llena. Me entregó los vasitos y sirvió el licor.

—No vamos a celebrar nada —repetí.

—Bien, pero beberé de todos modos. Necesito alcohol en mi cuerpo para escuchar esto. Hazlo por mí.

Bebimos y él se sentó, agarrando con firmeza la botella.

—Al parecer, el vídeo del callejón ha hecho más daño de lo que pensábamos.

—¿Cómo?

—Sin preguntas —le advertí.

Abrió la boca, pero se la tapé con la mano antes de que pudiera decir nada más.

—Tengo que contarlo todo de una vez. Me encuentro en serias dificultades para mantener la calma en este momento. Voy a quitar la mano, pero nada de preguntas.

Cine y letras | YMDonde viven las historias. Descúbrelo ahora