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YoonGi

—Está bien, chicos, tenemos que hacer esto con rapidez. Después de firmar, me voy directo al aeropuerto —dije tan pronto como entré en la oficina de mi publicista. ChangMo estaba justo detrás de mí, escribiendo algo en su teléfono a un ritmo inhumano. Supuse que se estaba asegurando de que todo estuviera listo para cuando llegáramos a Japón.

—ChangMo —dijo LeeSeo mientras se levantaba de la silla que ocupaba delante de HoSeok— , puedes esperar fuera. Cierra la puerta al salir.

Después de recibir una confirmación rápida de mi parte, abandonó la habitación.

—Bien. Lo asumo todo. ¿Qué daños hay? —Me senté en medio del sofá de cuero, pasé los brazos por el respaldo y me obligué a relajarme. Esta parte de mi trabajo, hablar sobre mi imagen, mis meteduras de pata, era la parte que odiaba con todo mi corazón.

La fémina tomó algunos papeles del cajón del escritorio y luego volvió a sentarse. Tanto el castaño como ella lucían unas expresiones igual de sombrías.

—¿Qué? —pregunté cuando se miraron, tratando, obviamente, de decidir quién debía hablar primero.

Pasaron unos segundos y HoSeok suspiró; cualquier hombre se encogería bajo la dura mirada de Kim LeeSeo. Era la mejor publicista, la más dura del mundo, pero eso no cambiaba el hecho de que era la única mujer por la que HoSeok sentía debilidad.

—LeeSeo ha recibido un correo electrónico esta mañana que lo cambia todo.

—Explícate...

—¿La semana pasada te tiraste a Kang NaByul en ese callejón, antes de que aparecieran los paparazzi?

No tenía sentido negarlo. Si lo hiciera, no podrían hacer el trabajo por el que les pagaba. Así que no lo hice.

—Sí. Sin embargo, no pueden haber hecho ninguna foto del polvo. Fue una cagada, lo reconozco. —Miré el reloj—. De todos modos, los dos habéis visto las fotos de esa noche. Implicaban que habíamos follado, pero no llegaron a pillarnos. Ya me has largado un sermón por eso, LeeSeo. — Me levanté—. Si esto es para recordarme que me porte bien en Japón, no es necesario.

—Siéntate, YoonGi —ordenó la rubia en tono brusco.

HoSeok se estaba frotando la frente; debía de haber ocurrido algo muy serio para que él demostrara su incomodidad tan abiertamente. No eran muchas las cosas que lo llevaban a ese estado después de trabajar para mí desde el comienzo de mi carrera.

—¿Qué está pasando?

Ella me entregó un papel. Era una copia de un correo electrónico enviado hacia ella. Leí el contenido. Luego lo leí de nuevo.

—¿Es una broma? —pregunté, arqueando las cejas.

—Por desgracia, no lo es —respondió Kim—. Alguien te está chantajeando.

Bajé otra vez la vista al papel que tenía en las manos.

—¿Por dos millones de dólares? —Arrugué el papel y lo tiré. Me eché hacia delante para mirar directamente a HoSeok a los ojos—. Si estás jugando conmigo..., si esto es algo que os habéis inventado para asustarme y que me porte bien, decídmelo ahora, Jung. Si me entero después, no os va a gustar mi reacción a ninguno de los dos.

HoSeok apretó los dientes, y noté que cerraba los puños con fuerza.

—¿Crees que te haría eso? ¿Es que además de todo lo demás también estás loco?

—No soy estúpido. El callejón estaba vacío. Si alguien me hubiera estado filmando mientras follaba con NimBae, o como sea que se llame...

—¿Ni siquiera recuerdas su maldito nombre?

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