21 - Matar a la vaca

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Historia y personajes: Garrick16

Escrito por: Raziel Cosme



Tras el caos ocasionado por el ataque sufrido, ColorCo luchaba por estabilizarse. El personal trabajaba con energía para reparar puertas y ventanas de los edificios que ya habían logrado reparar su estructura, otros empleados pintaban las paredes para regresarle todas las tonalidades que caracterizaban al corporativo, sin embargo, un aire de amargura y resentimiento agobiaba a todos por igual.

Milo salió del edificio principal, con el brazo izquierdo envuelto en un cabestrillo para ayudarle a sanar las heridas de guerra, subió a una patrulla de la corporación e hizo algunos movimientos con su brazo sano para coordinar sus movimientos en el volante, ya que aún estaba recuperándose. Una vez listo, encendió el auto y antes de empezar a moverse apareció Ruga, corriendo a la ventana del conductor.

— Comandante Milo ¿A dónde se dirige?  —preguntó Ruga agobiada por tanto trabajo — lo necesitamos aquí.

— Lo siento, Roja, pero tengo que encontrar a Candor o dar con alguna pista que me lleve a él — contestó Milo decidido mientras se ajustaba el cinturón de seguridad.

— Permita que lo acompañe — pidió Ruga.

— No, necesito ir sólo — declaró con extraña seriedad — voy a reunirme con un informante —aclaró — además, haces más falta aquí.

— Comprendo — asintió la joven — por favor, no olvide mantener su comunicador encendido en todo momento — pidió Ruga.

— Lo haré —prometió Milo.

El comandante encendió el auto y salió de ColorCo. Aunque el brazo le incomodaba, logró conducir y circuló a baja velocidad por precaución. Llegó al centro de la ciudad, al punto de reunión con su informante. Se estacionó en una calle bajo el sol, el calor era insoportable, y sentía su brazo arder dentro del cabestrillo, algo que comenzaba a desesperarlo. 

Un hombre se acercó y Milo no pudo evitar suspirar con pesadez.

— Me da gusto verte, Emilio — Garrido se acercó al agente, quien no le miraba a los ojos.

— Hola, Garrido. Es bueno verte recuperado.

Garrido, con suavidad, tomó la mejilla de su amado, le miró a los ojos, y le dio un beso como saludo, pero Milo fue parco y no lo correspondió con la misma intención.

— ¿Qué pasa, Emilio? —preguntó Garrido preocupado.

— No es nada — se disculpó abriéndole la puerta del pasajero, permitiéndole subir —, pero aún me siento culpable por hacerte daño — Milo pasó la mano sobre el pecho de Garrido, para acariciar el vendaje que le cubría el velludo pecho —. ¿Te duele mucho?

— Un poco, pero hay algo que me ayuda a quitar el dolor — explicó Garrido.

— ¿Qué? —preguntó Milo

Garrido se acercó a darle un beso que, en esta ocasión, Emilio correspondió. Al separarse, ambos permanecieron en silencio, con una sonrisa serena.

— ¿Estás listo? — preguntó Garrido.

— ¿Te importaría conducir tú? Manejar con esta cosa es muy molesto — Milo señaló el cabestrillo de su brazo—. Además, no sé a dónde vamos.

Ambos bajaron del auto e intercambiaron lugares. Garrido tomó el volante, condujo un par de calles y se detuvo a las afueras de un restaurante de costillas de cerdo.

— Espérame, voy a recoger un encargo.

Garrido bajo y entró al restaurante, regresó en un minuto con una bolsa de seis kilos de costilla recién salida de las brasas y subió de nuevo a la camioneta.

Rakonto Drakone - FerozDonde viven las historias. Descúbrelo ahora