11 - El príncipe y el mendigo

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Historia y personajes por: Garrick16
Escrito por: PEorl1


El día de Gante comenzó de manera habitual. Se levantó a las siete; había puesto su alarma a las seis so pretexto de ejercitarse y rasurar el exceso de vello corporal en su pecho, pero como todos los días, el botón de dormitar de la alarma fue demasiado tentador para él. A las ocho y media debía llegar al centro comunitario, por lo que sólo se dio una ducha rápida en la cual limpió la cabeza, las axilas y los genitales de su robusto cuerpo. Después, se vistió con una camisa que apenas le cerraba en la zona del vientre, unos pantalones de mezclilla, skinny, rotos por diseño, una chaqueta semiformal morada, y unos tenis blancos a medio limpiar. Esa mañana Gante, por cuidar su figura, decidió no desayunar más que un café y una manzana, los cuales se llevó en un termo y en su boca respectivamente.

—Teléfono, llaves, cartera... ¡Todo listo! — dijo en voz alta, para nadie más que él. Antes de salir regresó a la cocina y le añadió leche a su café.

Flavio, por su parte, despertó a las cinco. Se preparó y bebió un expreso triple, se puso prendas deportivas, y se ejercitó por hora y media hasta las siete. Tras esto tomó un baño frío, y lavó su cuerpo con la higiene propia de un médico que se prepara para una cirugía. Debía partir hacia el centro de la ciudad, el rumor de que había centros comunitarios que escondían agrestes despertaba su interés. Tras organizar su día, hoy iría a confirmar dichos rumores. Se vistió con un traje negro, una camisa de amarillo mostaza, y una corbata con el mismo tono oscuro del traje. Desayunó tres huevos crudos, un plátano, y dos vasos de agua.

Flavio se fue de su casa confiando en que todo lo que necesitaba ya estaba en sus bolsillos; no se equivocaba. Su cartera, su termómetro experimental, y sus dagas anti-agrestes estaban en su lugar.

Gante llegó al centro comunitario. Los encargados y los voluntarios estaban en un pequeño patio platicando y jugando algún juego de mesa con los sinhogar que habían acudido al centro ese día. Algunos de los que acudieron eran niños jóvenes que conocían muy bien la crueldad de la vida en las calles; los mayores no tenían familia, o no hablaban de ella. Los menores, por lo general, o eran hermanos de algún adolescente, o acompañaban a sus padres a mendigar por las calles de la ciudad.

—Perdón la tardanza —se disculpó Gante, — había una anciana que necesitaba mi ayuda. — Mintió Gante para cubrir que salió tarde de casa— ¿en qué puedo ayudar?

—¡Hola, Gante! — respondió Ernesto, el encargado —No te preocupes. ¿por qué no le das un pequeño show de magia a los niños? Ya comieron; les agradarían tus trucos.

—Está bien. Préstame una moneda— Ernesto se la dio. —Gracias— dijo Gante, y guardó la moneda entre sus dedos. Antes de seguir, dígame, ¿qué ha pasado con los... ya sabe, los cachorritos?

—Ya están en otro lugar, después te doy la dirección— respondió el encargado guiñándole un ojo, tras lo cual, se le acercó para hablarle en voz baja— Por cierto, ése rubio de allí— señaló con la mirada— es de ColorCo. Vino en representación de la compañía y a hacer chequeos médicos para los enfermos y dice que no nos cobrará nada. — explicó con cierta desconfianza — Ayúdame averiguar sus intenciones.

—Ya conozco sus intenciones — pensó Gante —. Bueno— suspiró— es hora del show— el bonachón sacó su cartera del bolsillo, la escondió entre las mangas de su saco y se acercó al centro del patio. Mantuvo discretamente su mirada en el hombre de amarillo, y al llegar al centro del patio exclamó con entusiasmo:

—¡Amables personas!, les pido su atención ésta mañana de sábado. Les vengo a enseñar mi capacidad de multiplicar el dinero— Todos dejaron lo que hacían y se voltearon hacia gante.

Rakonto Drakone - FerozDonde viven las historias. Descúbrelo ahora