[16] ♡Accidente♡

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Estábamos los cuatro escribiendo el ensayo en la sala. Jung fruncía el ceño mientras le trataba de explicar en que consistía la obra y Thiago se reía cuando él no entendía ni el 1% de lo que explicaba. Jayden estaba leyendo el gran libro que tenía en sus manos y escribía unas cuantas anotaciones en un cuaderno para agregarlas al ensayo.

—Ya me rindo—bufo dejándome caer en el espaldar del sofá.

—Es que todas esas palabras me confunden, ¿Por qué demonios hablan tan raro los personajes?—espeta Jung con el ceño fruncido.

—Es literatura clásica, obviamente no lo entenderías—masculla Jayden y el asiático lo fulmina con la mirada. 

—Solo escribe y nosotros nos encargamos del resto—le sugiero y él asiente refunfuñando.

—No pudo ser, no sé, un ensayo sobre la historia del hockey o el fútbol o hasta tenis, pero de un príncipe raro que quiere venganza—Jung arruga la frente.

—El único raro eres tú que no sabía hace menos de cinco minutos quien era Shakespeare—contraataca Jayden. 

—En conclusión, entendemos que Jung es pésimo para la literatura y Jayden se encargará de hacer el trabajo por nosotros—Thiago rodea de hombros a su hermano y el contrario lo observa con un rostro de desagrado.

—Por ustedes no, por ella sí—me señala y río al notar como cada uno era más diferente que el otro.

—Si no fuera porque el trabajo es de los tres me hubiera puesto celoso por eso—ronronea el moreno.

En ese momento se oye el sonido de una puerta abriéndose y los tres hermanos se inclinan hacia atrás sobre el espaldar del sofá para ver quién ha llegado.

—Chicos—una fina voz habla por el pasillo que llega a la sala.

—Mierda—mascullan los tres al mismo tiempo y los miro confundida.

El zapateo de unos tacones resuenan por toda la silenciosa mansión. Una silueta alta y curvada aparece en el umbral y mi boca se abre hasta el suelo al ver la hermosa figura femenina que mis ojos tienen la dicha de presenciar.

Una mujer había entrado a la sala deteniéndose con sus manos en la cadera. Mis ojos la reparan de arriba a abajo, detallando aquel vestido ceñido de color rojo que le llegaba más abajo de las rodillas, la prenda me dejaba presenciar los buenos y perfectos atributos de aquella dama. Abdomen plano, cintura diminuta, caderas anchas y redondas, pechos firmes y grandes.... Un cuerpo esbelto y perfecto.

Y su rostro.... Su rostro. Dios. Parecía haber sido moldeado por el mejor escultor de la historia. Cara fina y alargada, pómulos marcados y limpios, ojos pardos de color azul, cejas pobladas de color castaño que combinaban con su larga y lacia cabellera, labios voluptuosos pintados por un intenso labial de color rojo y una sonrisa hermosa con dientes blancos y alineados.

—Oh, hola—a mí es a la primera que ve cuando entra y mi rostro se vuelve tan rojo como una manzana. 

—H-Hola—balbuceo.

—¿Por qué no me dijeron que vendría visita? Me hubiera arreglado—se queja caminando hacia mí.

¿Me hubiera arreglado?

Si esta mujer estaba más presentable que la princesa Isabel al conocer a Marilyn Monroe.

Ella se acerca y me levanto automáticamente al verla frente a mí, y de manera repentina me abraza dejándome presenciar como a sus espaldas los chicos parecían desear ser tragados por la tierra.

Se separa y me analiza de arriba a abajo con una sonrisa afable.

—Un gusto, preciosa. Soy Jenny Lewis—se presenta y casi me desmayo al oír el apellido.

Una Trilogía Perfecta #1 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora