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— ¿Una pesadilla? — Mikey intentó tragar el nudo en su garganta, al enfocar completamente a Takemichi; a ese hombre no le importa compartir cama con él, la única condición era que el pelinegro mayor estuviera en medio de los dos, aun siendo Mikey, debía tomar sus precauciones con su hija. — ¿Mikey?

— Sí. Tuve otra pesadilla. — Confirmo levantándose de la gran cama, observando que no tenía sábana alguna que le cubriera, todas habían sido opacadas por el lado de la menor.

— Ven, vamos a dormir Mikey. — La suavidad de una delgada sábana alrededor suyo lo sorprendió, no veía nada, estaba totalmente cubierto por la suavidad de la tela. — Mikey es bueno. — Comenzó a hablar el pelinegro mientras daba ligeras caricias sobre la sábana, haciendo regresar al peliplata a la cama, dejando su cabeza recostarse en su pecho. — Mikey es bueno y no tienes que preocuparte, yo voy a estar hasta que despiertes. — Los brazos que antes le dieron caricias ahora lo abrazaban delicadamente, curioso recostó su cabeza suspirando ante el calor, dejando su oído pegarse a la zona del corazón, latidos tranquilos y lentos resonaban, aferrándose a la sábana y la ropa ajena comenzó a cerrar nuevamente sus ojos. — Buenas noches Mikey.

[...]

La mañana para Boten empezó con un gran llanto.

— ¡No quiero estar aquí! — Aún con el pasar de las horas y cerca del medio día Elisandra seguía llorando.

— Elis. — Llamó suavemente Koko mientras trataba de abrazar a la pelinegra, siendo rechazado.

— ¡Me quiero ir! — Volvió a gritar, Takemichi la tomó entre sus brazos arrullándola, no lo había rechazado, pero tampoco lograba calmar su llanto, la menor había llegado a su límite. — Quiero a Na-chan, quiero regresar. ¡Aquí hay un monstruo! — Sollozo, era imposible calmarla o callarla, aunque habían sacado a Sanzu de su rango de visión.

— ¿Qué planeas? — La pelinegra se estremeció al ver al adulto, aunque ya lo podía tener cerca suyo, aún le preocupaban sus palabras.

— Papi. — Se escondió en el pecho, sollozante, cansada y asustada. Ni todos los dulces o dinero que le daba Koko funcionaban y Ran no volvía para ser su entretenimiento barato.

— Mikey, realmente no podemos seguir aquí. — El peliplata se sorprendió ante esas palabras.

— ¿Qué planeas? — Elisandra se aferró a la ropa de su papá con mayor fuerza, no quería seguir llorando delante de ese hombre, pero las palabras de él seguían en su cabeza y no podría encontrar paz mientras la enfrentaba.

— Ella necesita volver. — Takemichi respondió a la pregunta que creyó era dedicada a su persona. — Realmente lo que le provocó Sanzu es grave.

— Elisandra. — El pronunciar ese nombre le supo desconocido, extraño y curioso, pero la pelinegra tembló ante su llamado.

— ¿Qué está pasando? — La voz de Ran llamó la atención de todos, pero aún con la intención de verlo, Elisandra prefirió seguir refugiándose en el pecho de su padre, temerosa de las consecuencias de su acto.

— Takemichi se quiere ir. — Murmuró Koko, muriendo sus palabras ante lo último pronunciado, Mikey tenía la mirada oscurecida por la insinuación que dió. — Sanzu asustó a Elisandra hace unos días y ella no logra estar tranquila, en las noches puede dormir tranquila al ver cómo Mikey lo encierra en su habitación bajo llave, pero en el día no puede con el miedo de ver aunque sea su polvo al caminar.

— Vaya, ¿Qué le hizo? — Cuestionó, mientras Koko hablaba y Takemichi mecía a su hija, Mikey guardaba silencio, demasiado ocupado preparando diferentes escenarios para castigar a la menor y a Takemichi por tales palabras. Mientras Rindou veía todo ajeno, admite que no esperó un recibimiento, pero tampoco espero ser ignorado a tal magnitud, los sollozos se podían escuchar, juntó con pequeños hipidos y por un momento la mirada oscura de la menor choco con la suya, segundos para ver esos ojos cristalinos y temerosos, aunque fue algo fugaz, ya que volvió a dejar su cabeza en el pecho de su padre, sin importar ensuciar su ropa.

¿Quién es el padre?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora