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¿Qué pensaron? La autora se quedó sin ideas, pero no, fue fin de semana largo y debía aprovecharlo, lo necesitaba y debo confesar que esto está por acabar. Al fin, el siguiente capítulo es una combinación de muchas cosas así que espero se preparen mentalmente. ¡Gracias a los que votan y comentan! ¡Gracias por leer!

[...]

— Olvídate de mí. — Demandó mientras se vestía, aunque su acompañante negó.

— Pídeme lo que quieras, pero jamás que me olvidé de ti o al menos no de esta noche. — Sonrió coqueto.

— Cómo quieras. — Estuvo apuntó de salir de la habitación ya vestido, pero antes dio media vuelta encarando al otro. — No vuelvas a acercarte a mí, tampoco tienes permitido estar cerca de los demás si quieres asegurar tu libertad, debes alejarte de todos. Yo cumpliré mi parte del trato y el dinero prometido no te va a faltar, pero da por pérdida tu autonomía cuando tengas el atrevimiento de acercarte a los otros.

— Adiós. Esperó la segunda oportunidad. — Mikey bufó molesto ante el coqueteó del pelinegro.

— Ruega porque jamás me vuelva a aparecer por tu vida, al menos que quieras morir. — El ojiazul colocó sus ojos en blanco, clara muestra de molestia.

— Lo sé, lo sé, al menos vive bien, ya no te volveré a ver, ni a los demás. Se feliz o lo que sea, eres una molestia. — Mikey cerró bruscamente la puerta, realmente los años pasaban lento para su gusto, no estaba conforme con ese hombre, quería tener otros ojos azules mirándole y entregando su cuerpo. Maldecía a Takemichi por dejarlo con todo el peso sobre sus hombros.

[...]

Mikey frunció el entrecejo y se adentró a al departamento, pasando a lado de un sorprendido pelinegro; sacó su arma y descargó el cartucho contra una de las pantallas, el sonido de su molesta voz cesó, pero los gritos clamando el nombre de Takemichi empezaron. — Sanzu, ve con ella. — Demandó, el pelirosa se alejó y los hombres restantes se fueron ante la amenazante mirada que su jefe les dedicaba.

— Mikey. — El nombrado suspiro guardando su arma, mirando fijamente al pelinegro.

— Takemicchi, deberíamos ir por un té, te hará bien, te ves algo pálido. — Sonrió tratando de acercarse al contrario, pero Takemichi retrocedió.

— Mikey, ¿Era cierto eso?

— Por Dios Takemicchi.

— ¿Era o no cierto lo que decía esa grabación? — Cuestionó levantando la voz.

— Es cierto. — Confesó. Takemichi cubrió su rostro con su mano, incrédulo.

— ¡Por Dios nada! — Gritó. — ¿Qué mierda hiciste Mikey? — El nombrado frunció el entrecejo, no le agradaba el lenguaje con el que se refería a él Takemichi. — ¿¡Qué mierda me hiciste Mikey!? — Sano bufó molesto, cruzando sus brazos.

— ¿No lo entiendes? — Takemichi lo veía con molestia. — ¡Tú me dejaste está pesada cruz! — Rugió igual molesto. — Mientras te ibas, para lo que a ti fueron segundos, para mí fueron doce años, doce años soportando y cargando con todo. Te odie, te odio. Te odio por eso, por abandonarme nuevamente. — Ambos habían estado caminando, rodeando al otro, siendo ahora Mikey quién volvía a su posición inicial, obstruyendo la puerta, evitando la salida del pelinegro. — Porque para que todos fueran felices debía sacrificarme, porque debía venir a este bajó mundo para cuidarlos, para evitar que alguien les hiciera daño.

— ¡Eso no justifica lo que me hiciste! — Takemichi apretaba los puños en furia mal contenida. — Mi error fue confiarte esa tarea, pero no es excusa para hacer que terminará concibiendo a una niña. ¿Por qué lo hiciste?

¿Quién es el padre?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora