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— Rindou, recuerda esto, es una ley.

— ¿Qué cosa?

— Nunca te enamores. En este mundo siempre pierde aquél que ama algo.

[...]

La suerte, tiene como definición ser una circunstancia que sucede por mera casualidad y es favorable. Y Rindou Haitani asegura que no cuenta con nada de eso; ser mandado a cobrar unos favores era para empezar una tarea ridícula que no era correspondiente a su posición, pero había enojado a Mikey y de alguna manera debía pagar su estupidez, pero supo que estaba jodido cuando Sanzu le despidió con tanto gusto, el desgraciado le había dado un arma falsa, con balines en lugar de balas reales y todo se fue al carajo cuando el maldito grupo quiso hacerse el interesante al enfrentarlo. Fácilmente pudo con ellos, pero tuvo que huir cuando las armas se hicieron relucir y descubrió que la suya era una vil broma, rabioso maldijo de mil maneras a Sanzu, también comprendió que la suerte no le acompaña al haber caído en una mala posición, sus movimientos ahora eran limitados, peor al verse acorralado por un pobre diablo. Rindou formó una mueca con sus labios en molestia, pero está fue rápidamente reemplazada por sorpresa al ver cómo algo era impactado contra su atacante.

—¿Puedes levantarte? — La acelerada voz lo impresiono. 

— Tú. — Nombró a la persona que había tacleado al hombre con el arma, este había intentado extinguirlo del mundo.

— ¡Rápido! — El gritó lo exaltó y sin pensarlo más se aferró a la mano que le brindaban, la mueca en su rostro al pararse no pasó desapercibida por su salvador. Souta suspiró y observó al hombre que seguía en el suelo, parecía haberse golpeado la cabeza en la caída, eso le hizo tragar saliva nervioso, no quería ir a la cárcel. — Espera un momento. — Pidió, mientras Rindou se recargaba en unos contenedores, posiblemente se había torcido el tobillo, pero su expresión cambió a una incrédula al ver cómo el peliazul parecía comprobar la respiración de su atacante.

— ¿Es enserio? — El menor de los Kawata lo miro confundido, mientras se acercaba a él.

— ¿Puedes caminar? — Le preguntó ignorando su anterior pregunta. Rindou intentó caminar, pero fracasó. — ¿Dónde llegaste?

— En mi motocicleta.

— Necesitas que traten esa lesión, dame tus llaves. — Rindou las entregó, realmente se había cansado y quería tomar un descanso.

— ¿Qué planeas? — Pregunto el menor de los Haitani.

— Yo te llevaré, ven. — Rindou se atoró con su saliva al sentir los brazos del menor sobre si mismo, todo para cargarlo.

— ¿Qué mierda haces imbécil? — Cuestionó molestó.

— No puedes caminar, deja de moverte o harás que caigamos. — Le exigió, Rindou no había sentido tanta vergüenza en un mismo momento, llegar a la motocicleta y subir fue eterno para el mayor y cuándo estuvo fuera del hospital solamente suspiró, aunque el alivio fue pasajero.

— ¡Cuidado! — El gritó de un civil los alertó, la lluvia de balas había empezado y la gente se refugiaba.

— Agáchate. — Le exigió Souta mientras lo cubría con su cuerpo, las balas destrozaban los cristales de algunos coches, junto con los vidrios del hospital, Rindou procuraba tener sus ojos levemente cerrados para evitar dañar su vista, aunque el peliazul lo cubría completamente.

— ¡Está ahí! — Rindou logró ver a una pareja de hombres armados indicar su posición y tomando una gran inhalación le dió la vuelta al menor de los Kawata, sentir las balas atravesar su cuerpo jamás sería una sensación que extrañaría y aunque estaba acostumbrado a esa vida agitada, por un momento se sintió más débil de lo normal, aunque el sonido de las patrullas lo obligaron a intentar escapar igual que los responsables del daño, pero todo intento fracaso cuando unas manos se aferraron a su ropa.

¿Quién es el padre?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora