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Dolor. Eso sentía en todo su cuerpo. Dolor y más dolor.

— Pero algunos pueden ser peligrosos, como una fiebre o un revoloteo en el pecho. Estos son síntomas del síndrome de serotonina, que puede ser letal si no es tratado. Afortunadamente solamente debemos dejar pasar el efecto.

— Gracias doctor.

— Baño. — Suplico y un cuerpo le ayudó a levantarse, aunque no llegó demasiado lejos, apenas y habían inclinado su cuerpo para que tocara el suelo y solamente necesitó ese impulsó para vaciar su estómago con grandes arcadas.

— Al menos por unos días debería estar aislado, para que tenga un mejor descanso y recuperación, recuerde darle los alimentos recomendados. — Takemichi sentía su mundo llenó de dolor y náuseas. — Señor Hanagaki, tranquilo, la confusión, agitación e hipertermia pasarán. — Takemichi apretó sus ojos desesperado por el dolor, sintiendo nuevas arcadas. Ajeno a las caras de asco que algunos hacían al ver su desastre en el piso, con el fuerte olor.

— ¿Realmente es normal?

— Sí, el MDMA provoca todo esto, desafortunadamente para él no fue una persona con suerte, al ser su primera vez los efectos lo atacaron. Uno de los efectos colaterales típicos es el bruxismo. Este es un apretamiento fuerte de las mandíbulas y rechinamiento de los dientes. Esto se debe a la gran tensión muscular que se desata con la droga. También es frecuente que se presente rigidez en el cuello, la espalda y los hombros. De ahí que sea habitual encontrar chupetes, chicles y aparatos para masajes en los sitios en donde se consume éxtasis.

— Lo sabemos doctor, gracias.

— Recuerden, déjenlo descansar, tampoco está permitida la actividad sexual, eso fue otro impulso para sus secuelas. También te administré medicamento para eso, todo estará mejor. Descansé señor Hanagaki. — Takemichi se permitió recostarse nuevamente, cerrando sus ojos agotado, pero aun en tal deplorable estado su cabeza le reclamaba por tener razón de cierto ser.

— Elisandra. — Llamo en un susurro. — ¿Dónde está mi hija?

— Tranquilo, ella está bien, está en sus tutorías, pero mientras mejoras estará conmigo. — La voz de Koko lo tranquilizo y se permitió cerrar nuevamente los ojos.

— Elisandra, vamos, tu papá debe descansar.

— Voy. — Dijo molesta de tener que dejar a su progenitor.

— Te veré mañana bebé. — Le despide mientras besa su mejilla, Koko sonríe comprensivo cuándo la pelinegra toma decepcionada su mano, pero al salir de la habitación lo ve. Esperando, recargando su cuerpo en la pared, las miradas oscuras chocan y él muestra una sonrisa triunfadora mientras ella frunce el entrecejo.

— Deberías llamar a los hijos de los trabajadores, ya sabes, una pijamada no estaría mal. — La pelinegra detuvo sus pasos, Koko suspiró agotado.

— ¿Y quiénes van a cuidar de esos niños jefe? — Preguntó, una pregunta estúpida cuándo ya sabía su respuesta.

— Ustedes, hay suficiente espacio para que ellos vengan y dudo que se nieguen al ser una invitación mía. — Koko suspiro al ver entrar y cerrar la habitación de Takemichi a Mikey, sabía que Mikey tramaba algo, pero por su propia sanidad de momento no quería involucrarse, tampoco quería involucrar más a la menor.

— Vamos, te daré lo que quieras. — Ofreció.

— Quiero a mi papá. — Suplico, ya harta de no poder estar con él por su salud.

— Mañana vendrá el doctor, tú fuiste una buena niña y estoy seguro que tú esfuerzo será recompensado, posiblemente tu papá pueda estar libre de ese aislamiento al que lleva sometido desde hace una semana.

¿Quién es el padre?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora