Capítulo 11

100 34 46
                                    

(Nathanael)

Era Arthur, estaba siendo golpeado por un chico de último año. Sin pensarlo, corrí hacia él y empujé al otro.

-No te metas, niño. -Escupió él, enojado, mirándome con asco.

-No me tientes a operarte la nariz con mis manos. -Respondí con la misma energía y sentí cómo Arthur ponía su mano en mi brazo, tratando de llamar mi atención.

-Déjalo. -Susurró sin fuerzas. -Él no vale la pena.

El chico empezó a caminar hacia nosotros, y ya me había preparado para lo peor, cuando Efraín intervino en la situación.

-Vete con tu hermano, Rafael. -Demandó, y él obedeció. ¿Cómo se conocían?

-Llévate a ese de aquí y recuérdale que le salvaste el pellejo. -Continuó Efraín ahora dirigiéndose a mí, mientras miraba con desaprobación a Arthur. Asentí y lo llevé a una de las habitaciones vacías. La casa era grande, y suponía que nadie iba a notarlo.

-¿A qué se debió todo eso? -Le pregunté al mismo tiempo que buscaba un kit de primeros auxilios en el baño. Sus heridas debían ser desinfectadas.

-Él es el hermano de Jefferson y siempre ha sido problemático. -Contestó malhumorado.

-¿Qué pasó? -Volví a preguntar.

-Se enteró de que a su hermano le gustaban los hombres, y yo no aprobé lo que decía. -Se sinceró conmigo.

-¿Así de la nada? -Dije en voz alta. Mi mente me traicionó.

-Sí, cometí un error similar en el pasado. No quería repetirlo. -Opinó, cruzándose de brazos.

-Perdón, mi mente se adelantó. -Sostuve avergonzado. -Así que terminaste siendo su saco de papas.

-Básicamente. -Afirmó riéndose. Por fin, después de tanto tiempo, me siguió una broma.

-Te podías haber defendido. -Propuse al dirigirme a él; ya había encontrado todo lo necesario.

-No era necesario. Además, su hermano no me lo perdonaría y pertenece a mi equipo. Al final, solo estaba frustrado. -Confesó cabizbajo.

-¿Por qué lo dices?

-Yo fui él hace años atrás, por eso. -Expuso mirándome directo a los ojos. Por inercia, pasé el alcohol de golpe en una de sus heridas. Fue una reacción instintiva ante su comentario. Gruñó y me miró con el ceño fruncido.

-Perdón.

-Lo merecía, no te preocupes. - Habló. Bueno, al menos lo reconocía.

-Yo no soy cruel, Arthur. -Dije, pero en realidad iba dirigido a mí.

-Lo sé, Nath, siempre amé tu bondad. -Articuló con un intento de sonrisa. Por la inflamación de sus labios, parecía una mueca.

-Lo sé. Mírame aquí: sanándote. -Enuncié; si era medio idiota a veces.

-¿Por qué? -Curioseó. Es decir, no tenías razones válidas.

-Eres mi compañero de proyecto. Te necesito vivo un par de semanas. -Bromeé un poco. Sin embargo, yo tampoco sabía. Cuando se trataba de él, mis decisiones eran irracionales.

-Claro.

-Necesitaré que levantes tu camisa. Hay varios rasguños en esa área.

Me miró inseguro, pero lo hizo. Al ver su espalda quedé impactado; tenía cicatrices y líneas horizontales extrañas. Lo ignoré mientras lo limpiaba y seguí con lo mío.

-Ya estás como nuevo. -Aseguré y acomodé su camisa.

-¿No preguntarás? -Manifestó inseguro.

-¿Me dirás? -Mantuve el mismo tono por alguna razón; no me daba buena espina.

-Fue mi papá. -Confesó mientras jugaba con sus dedos. Me sentí horrible. Reconocía la crueldad del señor, pero esto sobrepasaba los límites.

-¿Por qué me dejaste verlas? -Algo en mí anhelaba saber. Ya me estaba cargando con emociones de nuevo.

-Porque eres tú. -Dijo desviando la mirada. Yo me enrojecí y mi corazón latió como nunca. Por impulsivo, por la bizarra situación: lo besé.

Él se sorprendió y soltó un quejido de dolor. Sin importarme, me senté en su regazo. Aumenté el ritmo; no solo deseaba sus labios, quería apaciguar mis ganas de él.

Él puso sus manos en mi cuello, y su lengua competía con la mía; quería dominar el momento. Ese solo hecho encendió algo en mí, y jadeé. Mordí su labio cuidadosamente; no quería abrir sus heridas, y gruñó por mi acción. Después de un rato, nos distanciamos para tomar aire. En su mirada se reflejaba deseo, pasión y también miedo.

Yo, por mi parte, todavía seguía cegado por su aroma a chocolate. Mis pensamientos no eran claros. Una parte de ellos decía que huyera, siguiera en la incertidumbre. Sin embargo, la otra opinaba que era tarde, que ya nos habíamos besado; que había caído en la tentación y la noche era joven.

Lo jalé a mí de nuevo y bajé por su cuello. Él se empezó a estremecer, y rocé mis manos con su espalda. Tenía marcas, pero me seguía pareciendo hermosa; ellas contaban parte de su historia, una historia que por desgracia desconocía. Él se separó de mí, exaltado por el tacto, y me dedicó una mirada sombría, como si quisiera describir cuáles eran mis intenciones.

-E-es mejor parar. -Sugirió con la respiración entrecortada.

-¿Por qué? -Pregunté desconcertado; pensé que la estábamos pasando bien.

-Te arrepentirás luego, y no quiero ser responsable de eso. -Se sinceró recostándose en la cama soltando varios quejidos.

Lo volví a besar. Estaba completamente inmerso en el momento con Arthur, dejándome llevar por la conexión y la intensidad de ese beso. Mis pensamientos se volvían borrosos, y el mundo exterior parecía desvanecerse. Sin embargo, de repente, la puerta se abrió, y la figura de Efraín apareció en el umbral.

-¡Nath! -exclamó Efraín, interrumpiendo la atmósfera que se estaba formando. Lo miré con desconcierto, y Arthur se puso incómodo bajo mi mirada. -Necesitamos hablar. -añadió Efraín, con una expresión seria.

Me levanté de encima de Arthur, quien también se incorporó, y seguí a Efraín fuera de la habitación. Una vez afuera, cerró la puerta y me miró con preocupación.

-¿Qué estás haciendo, Nath? -inquirió Efraín, cruzándose de brazos. -No deberías quedarte con él. No le debes nada.

Lo miré con confusión. ¿A qué se refería?

-Recuerda lo que te hizo. -advirtió Efraín, con un tono serio. -No puedes olvidar eso.

Parpadeé, tratando de procesar sus palabras. Recordé las palabras de Efraín cuando Arthur y yo nos conocimos, cómo me había advertido sobre él. Pero esta conexión, este momento, me estaba nublando el juicio.

-Efraín, no entiendes... -comencé a decir, pero él me interrumpió.

-Recuerda lo que te hizo. -repitió Efraín, con firmeza. -No permitas que esa conexión momentánea nuble tu juicio. No le debes nada, Nath. No te olvides de eso.

Me quedé en silencio, procesando sus palabras. Efraín tenía razón, había cosas en el pasado que no podía ignorar. No debía permitir que un momento de vulnerabilidad me hiciera olvidar todo.

-Y además, vinimos juntos a la fiesta. -añadió Efraín, señalando hacia la multitud. -Recuerda quién está aquí contigo desde el principio.

Asentí, sintiendo un nudo en el estómago. Había perdido de vista a Efraín en medio del caos de la fiesta y me había dejado llevar por el momento con Arthur. Pero Efraín estaba aquí, recordándome quién era realmente importante en mi vida.

-Lo siento, Nath. -susurró Efraín, con una expresión comprensiva. -No quiero verte lastimado de nuevo.

Agradecí sus palabras con una mirada y ambos regresamos a la fiesta, cada uno perdido en sus pensamientos. La conexión con Arthur seguía allí, pero ahora estaba acompañada por la realidad de mi pasado y la importancia de las personas que realmente se preocupaban por mí.

Polos Opuestos [BL]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora