Capítulo 3

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(Nathanael)

Al principio, me sentí nervioso por la interacción. No dudé en actuar como un idiota, pero como esperaba, no me reconoció. La primera fase de mi plan salió bien. Fue divertido. Sentí una gran satisfacción al verlo molestarse y casi perder la paciencia, pero no pasó y me frustró. No esperaba esa reacción de él.

Después del roce, no lo volví a ver en el instituto ese día. Supuse que le había afectado y prefirió irse antes de empeorar la situación. Si Arthur me hubiera golpeado, fácilmente habría perdido y aprovecharía el desenlace.

Realmente, no se veía muy diferente. Seguía con su corte de pelo bajo, cejas definidas y una sonrisa hipócrita.

Su cuerpo se veía robusto. Si no me equivoco, se debía a que todavía practicaba deportes y era parte del equipo de baloncesto, según me contó Ethan.

Además de eso, su actitud era similar. Mantenía ese encanto que le agradaba a los demás, pero era su táctica. Era peligroso confiar en él. No valía la pena, te traicionaría antes de caer contigo. Yo lo aprendí de la peor manera.

Ethan se volvió cercano a Arthur con los días. No me sorprendía. Le beneficiaba en cierto punto, pero me generaba malestar. Ethan era un buen chico y podía ser corrompido por él. No confiaba en ninguno, pero el chico nuevo se volvió un compañero.

Había conocido a su mamá hace un día por accidente. Salía tarde y nos cruzamos en la salida.

Fue un encuentro efímero, pero su madre se notaba cálida y me agradeció por ayudar a su hijo los primeros días. Ethan se avergonzó por ello y se despidieron rápidamente. Se parecían mucho.

Las únicas diferencias eran sus tonos de piel y color de ojos. Su madre tenía una piel bronceada mientras Ethan era más claro, pero no pálido.

Por último, su mamá tenía unos hermosos ojos avellana, mientras que Ethan tenía ojos verdosos. Sin embargo, estos se ocultaban tras sus anteojos y la luz del día.

Pero volviendo a mi travesía, lo había conseguido. Se enojó tanto que no supo manejar la situación y escogió el camino fácil. Yo lo prometí, me vengaría de él y no me importaría el daño colateral.

Perforaría sus inseguridades; porque detrás de tanta rudeza, podías encontrar un corazón fracturado tratando de sobrevivir. Ya que su papá se había encargado de ello.

No sabía mucho del tema. Sin embargo, cuando estábamos en la preparatoria, siempre mencionaba cómo su padre le castigaba por querer a un chico.

El amor que tuve, se convirtió en odio, el cual funcionaba como la gasolina para mi venganza. Quería destruir su imagen, autoestima y arrebatarles a sus padres. A mí me sacó del armario y yo lo hundiría en uno.

Solo era cuestión de tiempo.

La siguiente mañana, tomé un taxi al instituto. Ya me encontraba en el segundo período y estaba aburrido.

Ethan no compartía esta clase conmigo. Tampoco podía aborrecer al otro imbécil, porque estaba en gimnasia. Le había dado un ojo a su horario, debía mantenerme al día. No quería mezclar mis neuronas con alguien que carecía de intelecto.

Estaba convencido de que solo entrenaba para complacer a sus padres, por una mísera pizca de validación. Sin embargo, ¿no todos hacíamos lo mismo? A pesar de eso, admitía que era bueno.

—Oye, ¿son ciertos los rumores? —Me preguntó una chica, sacándome de mis pensamientos.

—¿A qué te refieres?

—Se dice que salías con el capitán del equipo de baloncesto y se rumorea que todavía te gusta. —Confesó curiosa. Así que era capitán, no me lo esperaba. Me perdí de mucho.

—Te gusta el chisme, ¿verdad? —Solté riéndome por su comentario. En realidad, estaba incómodo. No comprendía por qué tenía interés.

—Sí, pero también soy Fujoshi. —Exclamó orgullosa.

Qué curioso. Solo le interesaba por sus fantasías, no me daba al rollo. Amaba el género BL también, me ayudaba a despejar la mente y me hacía sentir validado. Sin embargo, no me apetecía ser el objeto de consumo de una extraña.

—Salíamos. No obstante, ya quedó en el pasado. Al menos, esa es mi versión. —Dije pícaro. Ya sabía cómo iría la conversación.

—¡Eso es increíble!

—¿Qué te emociona? —Pregunté haciéndome el inocente.

—Es el cliché perfecto. Capitán y nerd. Desamor, posible redención, ¿captas?

—Ojalá el desenlace sea igual de magnífico.

—Se nota el sarcasmo. —Sostuvo nerviosa. —Un gusto, soy Verónica.

Me alejé con una sonrisa. No me desagradó. No sería mala opción como amiga, pero quería meditarlo. Me podía ser útil en el futuro, ¿no?

Al llegar a la cafetería, pude ver a Ethan sentado con Arthur. No me sorprendía la unión. Sin embargo, ya no me ponía hostil como al comienzo.

—¡Ethan! —Grité eufórico. Tenía el presentimiento de que se volvería mi mejor amigo. En primera instancia, porque molestaría a Arthur.

—No pensé verte por aquí, Nath.

Tenía razón. La azotea dejó de ser mi lugar recurrente. ¿Debería volver? Cuando me disponía a sentarme, Arthur me observó de reojo. No pude describir su mirada. Era una combinación de perplejidad y frustración.

—Se me olvidó traer mi almuerzo. —Dije frío, pero sin la intención de ser un mamón.

—Adoro la calidez de tu comunicación.

—Lo sé. —Le sonreí. —Es imposible no querer mi atención. —Exclamé. Arthur no hablaba, parecía ajeno a la conversación, como si estuviera en un trance.

—No te preocupes, Arthur. —Solté alto para llamar su atención. —Seré pacífico por 12 horas y no haré de tu existencia un infierno. Mírame como tu ángel de la guarda. —Expliqué con un tono dulce exagerado.

—En estas semanas, me ha quedado claro el tipo de persona en la que te has convertido. —Escupió enojado y se empezó a ir. ¿Ahora se las quería dar de digno?

—¡Qué dramático, amorcito!

—Déjalo en paz, Nath. También puedes dedicarme atención. —Intervino Ethan.

—Total, no es como que él valga la pena para continuar esta conversación.

Ethan se golpeó el rostro. ¿Qué esperaba de mí? Mi decencia emocional estaba en otro lugar.

—Solo estoy bromeando. Además, ya se había alejado lo suficiente.

—Te creo, pero deberías moderarte. —Anunció nervioso. —Él no se siente bien.

"Yo tampoco lo hacía", pensé. Sin interés en continuar, me molestaba cómo Ethan le tomaba pena. Él no era inocente. ¿Se sentía mal?

¡Qué bien!

Yo también lo hacía cuando me denigraba, cuando lloraba en los recreos y me hacía admitir que lo amaba en frente de todos, con la intención de ridiculizarme.

"Él no era una víctima", me repetí con la intención de grabármelo en la mente. Su actitud de perrito faldero me causaba malestar. ¿Por qué no dejaba de actuar?

Polos Opuestos [BL]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora