Capítulo 13

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(Nathanael)

Los días se volvieron un torbellino de emociones y evasiones. Opté por saltar algunas clases, enfocándome en la práctica de baloncesto con Ethan, mi mejor amigo. Quería demostrarle mi apoyo y agradecerle por estar siempre ahí para mí. Aunque mi mente estaba ocupada con Arthur, sabía que debía mantenerme enfocado en otras áreas de mi vida.

Esa semana, en la práctica de baloncesto, la tensión en el aire era palpable. Arthur también estaba allí, y aunque evité tocar el tema que necesitaba abordar, no pude evitar darle un beso en la mejilla cuando nos cruzamos. Fue un gesto automático, una muestra de amistad que, lamentablemente, seguía ilusionándolo de alguna manera.

La dinámica en la cancha era intensa. Ethan y yo nos esforzábamos, pero mis ojos se encontraban constantemente con los de Arthur. Él, por su parte, dedicó algunos de sus tiros a mí, como si quisiera expresar algo a través del juego.

Después de la práctica, me acerqué a Arthur, sintiendo la necesidad de aclarar las cosas. Sin embargo, las palabras seguían atascadas en mi garganta, y en su lugar, solo intercambiamos miradas cargadas de significado. No podía escapar de la sensación de que estábamos atrapados en un juego de baloncesto que iba más allá de la cancha, donde cada tiro y cada movimiento eran símbolos de algo más profundo.

La semana avanzaba, pero la conversación pendiente persistía. Evitaba tocar el tema directamente, temeroso de abrir viejas heridas o de enfrentarme a las verdades incómodas que podrían surgir. Mientras tanto, Arthur seguía aferrándose a la esperanza que ese beso en la mejilla le había dado.

El baloncesto, que solía ser un escape, se convirtió en un campo de batalla emocional. Cada pase, cada dribling, parecía llevar consigo una carga adicional de tensión no resuelta. En lugar de ser una actividad liberadora, se volvía un recordatorio constante de la complejidad de las relaciones humanas.

La semana llegó a su fin, y yo seguía evitando el enfrentamiento directo. Las prácticas continuaban, las miradas se cruzaban, y los tiros en la cancha parecían comunicar más de lo que las palabras podrían expresar.

Una tarde, mientras caminábamos por el pasillo de la escuela, Efraín me detuvo con una sonrisa pícara. Su expresión sugería que tenía algo planeado, algo que buscaba arrancarme de la maraña de pensamientos y emociones que me tenía atrapado.

"¿Qué te parece si salimos a divertirnos esta noche?" propuso, y no pude evitar notar la chispa traviesa en sus ojos.

La idea de salir y despejar mi mente era tentadora, así que acepté sin dudar. Efraín mencionó bolos y una sonrisa se formó en mi rostro. Nunca había sido un maestro en ese deporte, pero la idea de golpear algunos bolos sonaba como el escape perfecto que necesitaba en medio de la confusión emocional que estaba experimentando, especialmente con Arthur.

Esa noche, nos dirigimos al centro de bolos local. Efraín había reservado un par de pistas, y el sonido familiar de los bolos chocando y la risa de la gente llenaban el lugar. Era un ambiente alegre y relajado, exactamente lo que necesitaba.

Mientras esperábamos nuestro turno, Efraín me miró con complicidad. "Nath, sé que has estado lidiando con algunas cosas últimamente. Quiero que esta noche sea una oportunidad para dejar todo eso atrás, al menos por un rato. Solo disfruta el momento".

Sus palabras resonaron en mí de una manera reconfortante. Efraín siempre había tenido esa capacidad de comprender sin necesidad de muchas palabras. Asentí con gratitud, agradecido por tener a alguien como él a mi lado durante estos momentos turbulentos.

Comenzamos a jugar, y aunque mi destreza en el juego dejaba mucho que desear, la risa y la camaradería llenaron el aire. Efraín no dejaba de bromear, haciendo que cada lanzamiento fuera más divertido que el anterior. A medida que avanzábamos por las pistas, sentí cómo las tensiones que cargaba se desvanecían lentamente.

Durante un momento, cuando estaba a punto de lanzar la bola, Efraín me detuvo suavemente. "Nath, sé que las cosas con Arthur te tienen confundido. No estoy aquí para darte respuestas, pero quiero que sepas que estoy aquí para apoyarte, sea cual sea tu elección".

Su sinceridad me conmovió. Apreciaba su disposición a estar a mi lado sin juzgar, sin presionarme en una dirección específica. Sabía que sus palabras provenían de una genuina preocupación por mi bienestar, y eso hizo que la noche fuera aún más significativa.

Terminamos nuestra partida de bolos con risas y aplausos, y nos sentamos en una de las mesas cercanas para relajarnos. Efraín, con una expresión más seria, habló de nuevo. "Nath, la vida está llena de decisiones difíciles. A veces, no hay respuestas correctas o incorrectas. Lo importante es que encuentres lo que te haga feliz y en paz contigo mismo".

Sus palabras resonaron en mi interior. La simplicidad de su consejo me golpeó como una revelación. En medio de mi confusión y las complejidades de mis sentimientos hacia Arthur, Efraín me recordó que la felicidad y la paz eran los objetivos finales.

Mientras salíamos del centro de bolos, agradecí a Efraín por esa noche.

Al llegar a casa después de la divertida noche de bolos con Efraín, me sentía más ligero pero también un poco cansado. Habíamos compartido risas, consejos y un par de cervezas, y la combinación de emociones y la bebida me hizo sentir un poco aturdido. Aunque sabía que tenía que enfrentar la situación con Arthur eventualmente, por ahora, solo quería disfrutar de la sensación de estar en un lugar seguro.

Efraín caminó conmigo hasta la puerta de casa, y antes de entrar, me detuve. Miré hacia mi amigo con gratitud en los ojos y, sin pensarlo mucho, le confesé: "Efraín, eres mi lugar seguro. No sé qué haría sin ti en medio de todo este lío".

Él sonrió, apreciando las palabras, y asintió comprensivamente. "Sabes que siempre estaré aquí para ti, ¿verdad? No importa lo que decidas respecto a Arthur".

Con la mezcla de emociones que sentía en ese momento, no pude evitar agradecerle de una manera más personal. Me incliné hacia él y, de manera impulsiva, le di un beso en el cachete. Fue un gesto de cariño y agradecimiento, pero también un reflejo de la amistad cercana que compartíamos.

Después de despedirme de Efraín, entré a casa con una sonrisa. Sin embargo, mi hermana, que estaba en la sala, notó mi expresión y no tardó en hacer un comentario juguetón.

"¿Qué te tiene tan feliz, Nath?" preguntó con una sonrisa socarrona.

"No mucho, solo fue una buena noche con Efraín", respondí, intentando sonar casual mientras me dirigía a la cocina.

"Uh-huh, ¿seguro que es solo eso?" insistió, levantando una ceja.

"Sí, claro. Somos solo amigos, ya lo sabes", respondí, tratando de disipar cualquier idea diferente. No quería complicar aún más las cosas, especialmente después de la charla que tuvimos sobre Arthur.

"Bien, bien", dijo con una risa cómplice, pero no insistió más.

Me dirigí a mi habitación con la cabeza llena de pensamientos. A pesar de las bromas de mi hermana, estaba seguro de que Efraín y yo éramos simplemente amigos cercanos. Pero mientras me acostaba, no pude evitar pensar en cómo la noche había cambiado mi perspectiva. La amistad con Efraín se sentía más valiosa que nunca, y su apoyo se había vuelto un pilar esencial en mi vida. Sin embargo, en el fondo de mi mente, las complicaciones con Arthur aún persistían, y sabía que eventualmente tendría que enfrentarlas de frente.

Polos Opuestos [BL]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora