Corazones Encontrados, Capítulo 8: Juegos de Impulsos y Despechos

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Arthur

La tarde estaba cargada de tensión cuando decidí reencontrarme con mi madre después de casi seis meses. La casa, que alguna vez fue un refugio, ahora se presentaba como un campo de batalla silencioso. Al ingresar, me di cuenta de que la atmósfera estaba impregnada de desesperanza.

—Arthur, gracias por venir —murmuró mi madre con una sonrisa forzada, tratando de ocultar la tristeza en sus ojos.

Nos sentamos en la sala, donde el silencio se volvió tan denso que podía sentirlo pesando sobre nosotros. Finalmente, ella rompió el silencio con palabras que resonaron en mi alma.

—Tu padre aún está enojado. Llega todos los días borracho, destroza cosas en la casa, y en el trabajo, me dieron un aviso.

La noticia me golpeó como un puñetazo en el estómago. Cerré los ojos, tratando de procesar la gravedad de la situación. En mi mente, me pregunté cómo una familia que alguna vez estuvo unida había llegado a este punto de descomposición.

—Madre, esto no puede seguir así. ¿Por qué no lo abandonas y comienzas una nueva vida? —solté la pregunta, consciente de que era más fácil decirlo que hacerlo.

Ella bajó la mirada, jugando con sus manos temblorosas.

—Él es lo único que conozco en esta vida, Arthur. No sé cómo ser yo sin él presente.

Un escalofrío recorrió mi espina dorsal mientras observaba a la mujer que me dio la vida lidiar con su propia cárcel emocional. Las palabras flotaban en el aire, pesadas e inquietantes, mientras la realidad de la situación se instalaba en la sala.

—Madre, mereces algo mejor. Puedes construir una nueva vida, lejos de esto —dije, tratando de infundirle un sentido de esperanza.

Pero sus ojos reflejaban una mezcla de miedo y resignación.

—No sé si puedo, Arthur. A veces, las cadenas que uno conoce son más seguras que el miedo a lo desconocido.

La casa parecía empequeñecerse a medida que la conversación avanzaba hacia una inevitable confrontación emocional. La tensión flotaba en el aire, y mi corazón pesaba con el peso de las emociones no resueltas.

—Madre, te amo, pero no puedo verte seguir viviendo así. Necesitas encontrar una salida. —Mis palabras salieron con urgencia, consciente de que el tiempo corría en nuestra contra.

Mientras ella expresaba sus pesares, mis labios se curvaron en una sonrisa cargada de empatía. Agradecí sus palabras, pero por dentro, aún guardaba un resquicio de resentimiento por el silencio cómplice que dejó que esta situación se gestara.

—Al menos me alegra que tú estés libre de esta situación, Arthur. Y te pido perdón por nunca intervenir —susurró, sus ojos reflejando un atisbo de pesar.

Mi sonrisa permaneció en mi rostro, una máscara empática que ocultaba el torbellino de emociones dentro de mí. Agradecí sus disculpas, pero sabía que esa conversación pendiente sobre el pasado aún esperaba su momento.

No era el momento de desentrañar viejas heridas. La atmósfera ya estaba cargada con suficiente peso emocional, y una confrontación del pasado solo agitaría las aguas turbulentas de nuestra relación. Opté por la paz momentánea, sabiendo que tarde o temprano, esas palabras deberían ser pronunciadas.

—Gracias por tus palabras, madre. Estoy aquí para apoyarte en lo que necesites —respondí con calma, ocultando mi conflicto interno detrás de una máscara de comprensión.

La tarde se desvanecía, y la casa, testigo silencioso de años de secretos y dolor, guardaba sus secretos entre sus paredes.

Mi día se volvía más denso con cada paso que daba hacia la cafetería. Aunque el reencuentro con mi madre había sido un paso necesario, las sombras de mi pasado aún acechaban. Decidí concentrarme en el presente y en el trabajo que me esperaba.

Polos Opuestos [BL]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora