23 de diciembre

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Mierda. Hoy tampoco me dejan salir. Todo por la puta cámara, no me han creido cuando les dije que exploto sola.

Mierda.

Más tarde...

No tengo nada que hacer.

No tengo nada que leer. Ni que escribir. Ni que pensar. Ni que gritar.

Simplemente no tengo que hacer, no se como llenar estas horas vacias, no se como llenar mis grietas.

Estoy vacía.

Más tarde...

He llamado a un monitor por el timbre de emergencia de la puerta, y en cuanto a llegado le he dicho "o me trae un libro cualquiera o le juro que me suicido aquí mismo, y mi padre es abogado, creame, no quieren que me suicide".

Al principio pensé que no serviría de nada, cual sería mi sorpresa al ver que el monitor se retiraba obedientemente y volvia minutos más tarde con un libro entre sus toscas y grandes manos.

Pero fue mayor mi sorpresa al ver la tapa del libro, de un hermoso azul claro.

"Bajo la misma estrella" pude leer en la portada.

Más tarde...

Dios. Me he leído el libro como tres veces.

Recuerdo que al principio de este absurdo diario te hablé mucho sobre este libro, es increible lo mucho que he cambiado desde entonces, en apenas solo unos meses le he dado un enfoque totalmente distinto a todo.

O el tumor me ha dado otro enfoque distinto, mejor dicho.

"Grité para despertar a mis padres, que entraron corriendo en mi habitación, pero no pudieron hacer nada oara atenuar la supernova que me explotaba en el cerebro, una interminable cadena de petardos intracraneales que me hicieron pensar que todo había acabado de una vez para siempre. Me dije a mí misma -como me había dicho a mí misma antes- que el cuerpo se desconecta cuando el dolor es demasiado intenso, que la conciencia es temporal y que pasaría. Pero, como siempre, no me desvanecí. Me quedé en la orilla, con las olas alcanzandome, incapaz de ahogarme."

Hace meses esto podría parecerme el dolor más insoportable conocible por el hombre, ahora simplemente es otro placer de mi alegre vida.

Espero que se note mi buena ironía.

RosasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora