11 de enero

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Me despierta una infernal alarma, pues no he tenido ninguna pesadilla que se adelante sacandome de los brazos de mi amado morfeo.

Los celadores me desatan y retitan los tubos de mi piel. Me tienen miedo, puedo olerlo, y es totalmente comprensible. Vuelve a arderme la espalda, pero no hay tiempo y me guian a traves de los pasillos blancos y maltratados por el tiempo hasta un puerta de metal. Tocán al timbre y una mujer alta y delgada interrumpe todos mis pensamientos con una sarcastica sonrisa que no propicia nada bueno.

La mujer, que me advierte de que he de nombrarla como exma. Sra. Lopecraft,me recuerda inmediatamente a cualquiera de los miles de modelos de profesora malvada, antegonista común en algunos cuentos infantiles tales como Matilda. Claro que esta mujer, al contrario que Trunchbull (antagonista de Matilda) es esqueletica y cada uno de sus huesos sobresalen en lu arrugada y maltratada piel, sus ojos, totalmente vacios y llenos de crueldad, son lo unico que la enlazan con el personaje ficticio, inofensivo al lado de la mujer que se hiergue ante mi, con sus rasgos excentricos y afilados como cuchillas.

-Así que al fin te has dignado a dedicarnos algo de tu tiempo, "brujita". Pues he de advertirte de que no temo a tu mágia negra, ya que nuestro señor nos proteje de toda tu maldad- dice, señalando un crucifijo colgado sobre la destrozada y polvorienta pizarra negra. No quiero dejarme llevar por sus palabras, pero en cuanto mis ojos se ceuz a n con la figura noto mi pulso descender de golpe y temo con desmoronarme a sus pies.

-ahora, alimaña rubia, deslizate hasta tu asiento y atiende- dice, señalando un sitio en una de las esquinas de la habitación de suelo frío y blanco. Me acerco y me foy cuebta de lo cerca que estoy de Carrie, que me dedica una sonrísa entre tímida y asustada, la cual le devuelvo con los mismos ánimos.

Más tarde...

La cl a de fue un suplicio, las seis horas más aburridas de mi patética vida. Ni siquiera me apetece hablar de ellas, tan solo quiero olvidar el hecho de que todos los días serán así a partir de ahora.

Salgo de la clase junto al resto de desganados alumnos, articulo una despedida cansada a Carrie y a Lia y me dirijo de nuevo a mi "habitación".

Me dirijo a la pequeña ducha que tengo junto al bater en una esquina del cuarto, dejo caer mi uniforme bajo mis pies y suspiro al notar la cascada de lluvia fría y de sabor metálico sobre mi. Cierro los ojos y me siento bajo el chorro de agua. Y lloro.

Llevaba demasiado sin llorar. Pero hasta los monstruos sentimos.

Más tarde...

Me despierto bajo el chorro de agua frío y cierro el grifo. Me envuelvo con una toalla sucia y vieja y me seco. Me visto con la misma ropa y espero a que los celadores me guíen hasta el comedor.

Pasan cinco minutos y llega uno de los celadores del centro, con su traje blanco impecable y una olaca con su nombre, el cual ignoro totalmente. Me levanto y cruzo la puerta abierta, camino frente a él, que intenta ocultar su miedo ante los rumores que se ciernen a mi al rededor. Finalmente llegamos a la puerta metálica y se libra de mi, abriendome la puerta del comedor.

Cojo una bandeja y me sirven la bazofia a la que aqui llaman comida, lo cual me hace extrañar los caldos de mamá y los pasteles de papá, los cuales me llevan sin visitar demasiado tiempo, olvidandome poco a poco. Me siento al lado de Carrie, que come cada día un poco más, y de Lía, que me dedica una sonrisa tímida y serena, cansada más bien.

Así me siento yo, cansada.

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