12 de enero

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Me acerco a su esbelta figura y acaricio sus alas blancas con los dedos. Nos miramos a los ojos y nos acercamos un poco más.

En cuanto nuestros cuerpo se tocan noto un terruble ardor, como si hubiera besado un hierro al rojo vivo, y sé que el siente lo mismo por la manera en la que temsa su mandíbula. Pero no importa.

Una explosión inunda el cementario con cada latido de nuestros corazones, perfectamente acompasados en la danza de fuego de nuestros cuerpos, ardientes, quemando el resto del universo, que de desvanece con mi último suspiro antes de que las sombras me envuelvan una vez más.

En ese momento estoy muerta.

Más tarde...

Me despierto con esa pesadilla unas horas antes de la llegada de los celadores, asi que me sento sobre la cama y me desnudo para dirijirme hasta la ducha.

Giro la manivela oxidada y doy un pequeño salto al sentir el agua fría corriendo por mi espalda, intentando ignorar el enorme ardor que siento sobre la piel de mis omóplatos, cada vez más intenso.

Salgo de la ducha y me seco con el trapo que utilizo de toalla, me visto con calma y apoyo descuidadamente la mano en las sabanas. Un líquido denso y viscoso me mancha la mano, que aparto instintivamente. Son las siete, las luces se encienden.

Tengo las manos empapadas en sangre.

Más tarde...

Estoy en la clase de la sra. Lopecraft, que se encuentra frente al encerado explucando de manera primitiva el descubrimiento de América. Creo que hubiera aprendido más historia viendo la segunda temporada de American Horror Story. El lado bueno es que parece estar tan ensimismada en su propia explicación que ignora totalmente mis movimientos, que plasman su clase.

No he vuelto a ver a david desde la fuga, lo tendrán sancionado dentro de su habitación, supongo. Lo echo de menos.

Más tarde...

Acaba la hora de la comida y entro corriendo en mi habitación. Me dirjo velozmente detras del muro de la ducha, libre de cámaras, gracias a dios, y me quito la parte de arriba del uniforme.

Mis manos se dirigen casi instintivamente a la espalda, topandome con el líquido rojo. "Sangre coagulada", pienso. "Me abre rasguñado dormida", me digo a mi misma, intentondo convencerme con temor a seguir palpando mi piel. Entonces las noto.

Mis alas.

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