Hoy va siendo un día como cualquier otro, mis padres vinieron por la mañana y hablamos un rato de cosas mínimas y estúpidas. Más tarde salí al patio y me encontré con Carrie y con Lía, me cae muy bien esa chica, con su clandestino pintalabios negro (al cual me ha invitado, por cierto) hasta.sus largas mangas, puertas a un infierno secreto de sufrimiento.
No ví a David en ningún momento, pero quiero habkar con el, quiero habkar muchas cosas con él, tengo tantas preguntas.
Pero aquí estoy. Hechada boca abajo en una celda psiquiatrica, escribiendo en un destrozado y olvidado diario rosa chillón (aunque teñido de negro a base de rotulador permanente). Pffff estoy tan aburrida. No tengo absolutamente nada que hacer, he leído el libro unas dos veces y he hecho el pino por toda la habitación, los celadores debne de estar asombradas con mi anormal, absurdo y estúpido comoportamiento, nunca antes presente en ninguna de las pop autas de comportamiento de ningún otro ser que haya podido habitar la faz de nuestra amada y maltratada Tierra.
Más tarde...
Me duele mucho la espalda.
Al principio comenzó como un leve picor sobre los omoplatos y alrededores. Pero ese picor cada vez se intensificaba más.
La piel me arde como si un infierno se abriera paso sobre mi palida piel de porcelana. No se que puede ser, nunca he sido alergica a nada, pero esta sensación de ardores muy molesta.
Me recorre la espakda detras de los omoplatos, una raya vertical marcada perfectamente por una marca de nacimiente con aspecto de cicatriz, colocada perfectamente entre mis omoplatos y mi marcada y saliente columna.
Arde.
Más tarde...
Me he despertado y un infierno se abria sobre mi piel.
Peri eso es lo de menos.
He tenido un sueño, más bien una pesadilla, muy extraña, a la oar de terrible.
En ella me hayaba de pie en el borde extremo de un escalon. Pero la distancia entre escalones aumenta, poco a poco, y, sin razón ninguna, elevo mis brazos, fomando con mi cuerpo una perfecta cruz, igual que la marcada y preciosa cicatriz demi pecho.
Elevo mis brazos y lo abandono todo. Simplemente tenso mi cuerpo, y a la vez me relajo. No sabría explicarte la sensación que te da caer sabiendo que jamás volverás a levantarte, es increible, eufória, adrenalina y deforia se unen en un solo segundo, en una perfecta mezcka suicida; pues lo que antes era un escalon se transforma a lo largo de mi caida, los escalones se separan raoidamente y me dejan en el aire, en medio del bosque, cayendo desde una altisima torre de cristal negro.
Caigo y caigo y el suelo sigue alejandose. Parece que nunca llegaré al suelo, en ese momento el ardor de mi espalda me alarma de lo que está ocurriendo.
Me sangra la espalda.