Capitulo 38

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—A ver, ¿qué pasa?—
preguntó Keana al tiempo que cerraba la puerta. —No es propio de ti pedir una consulta con tanta prisa.
—Ha sido un fin de semana infernal, Doc— dijo Camila dejándose caer en el puff.
—He visto a Sofi—
—¿Tu hermana? ¿Cómo ha sido eso?

Camila narró la experiencia pasándose por alto los detalles y omitiendo con cuidado cualquier
alusión a lo suyo con Lauren. Le habló de sus recién descubiertos sobrinos, cómo todavía había
sido capaz de reconocer a la misma Sofia de hacía una década en el rostro adulto de su hermana mayor y un montón más de percepciones que permanecían vivamente en su cabeza. Cuando terminó, levantó la vista y comprobó que Keana escribía frenéticamente en su libreta.

—¿Intentando no confundirte con los nombres, Doc?—
—No, ya sé quién es quién— contestó Keana. —Es que hay un par de cosas que quiero retomar —
—¿Como cuáles? — la interrogó Camila, cruzándose de brazos con aire desafiante y plenamente consciente de lo que su psicóloga iba a hablarle.

—¿Qué sentiste al volver a ver a tu madre?—
—¿Tú qué crees que sentí?— dijo Camila tensando los músculos de la mandíbula. —Ni siquiera me podía creer que yo estuviese ahí en medio del supermercado y apareciera ella como una pesadilla o algo así, con todo ese rollo de la tristeza y de que me había echado de menos.—
—¿No crees que te haya echado de menos?—
Encogiéndose de hombros, Camila miró al vacío.

—Lo dudo. ¿Por qué iba a hacerlo? No me hizo ni caso cuando vivía con ella. — Comenzó a mover los pies de un lado a otro.
—Tendrías que haber visto cómo actuaba, todo dulzura, incluso
preparándole la cena a los niños.—
—¿Te molesta que tu madre haga cosas por sus nietos que no hizo por sus propias hijas?— preguntó Keana.
—Es todo teatro—afirmó Camila con fiereza, incrementando el ritmo del movimiento de sus pies.
—Igual que la forma en que me miró antes de irse a su habitación.—

—¿Cómo te miró?—
—Con un aire de arrepentimiento y dolor por el hecho de que yo no le hablase— dijo. —Que la perdone Sofia, pero yo no pienso hacerlo— Sintiéndose demasiado llena de energía como para quedarse quieta, Camila se levantó y fue hasta la ventana.
—No tengo ni idea de cómo lo hace. Yo soy incapaz de estar en la misma habitación que esa mujer, y ya no digamos vivir con ella—
Sus dedos se crisparon sobre el marco de madera de la ventana.
—Después de todo lo que nuestra
madre nos hizo… de lo que permitió que ocurriera. ¿Cómo diablos puede Sofi hacer eso?—
—¿Se lo preguntaste a ella?— la interrogó Kena.

—Pues claro que se lo pregunté. Me dijo que nuestra madre ha cambiado, que ya no es la borracha inútil que era antes. Supongo que debería sentir pena por ella ahora que está jodida con la artritis o lo que tenga—
En ese momento, volvió la vista hacia el saco de boxeo que colgaba junto al muro opuesto de la habitación.
—Tantas noches… tantas veces he deseado que viniese a protegerme, que se enfrentase a él por sus hijas, que hiciera algo… cualquier cosa para demostrar que me quería. ¿Por qué no lo hizo?—
Con la necesidad de dejar salir toda su ira, cruzó a grandes zancadas la habitación y estampó un izquierdazo al saco.
—¿Por qué? ¿Qué demonios tenía yo de malo para que no hiciera algo tan sencillo?—  El saco se balanceó al encajar un nuevo golpe cargado de rabia. —¿Y se piensa que la voy a perdonar?— Golpe. —¿Sólo porque le apetece?— Golpe.  —¿Por qué Patty quiere que lo haga?—  Golpe. —No—Golpe.  —No tengo que hacerlo—
Golpe. —No lo haré— Golpe.  —No lo haré—  Golpe.
—No pueden obligarme— Golpe. —Ya soy adulta—  Golpe.  —Si Sofia quiere vivir con ella y fingir que todo es perfecto, genial. A mí no me
importa—  Golpe.  —Ella no tiene ni idea de cómo fueron las cosas después de que se marchara—

Los nudillos le dolían por la sucesión de puñetazos que le había pegado al saco y Camila se dejó caer sobre la moqueta, se arrebujó con las rodillas pegadas al pecho abrazándolas con fuerza y vio que Keana caminaba hacia ella, sentándose en el suelo a sólo un par de pasos de distancia.
—No tiene ni idea— repitió. La tensión abandonaba lentamente el cuerpo de Camila y con ella el tono
cortante de su voz.
—Se marchó, no estuvo allí para protegerme de él. Eso supuso que sólo quedaba mi madre, la cual no levantó ni un dedo para ayudarme, así que, ¿por qué debería ayudarla yo? Que se pase el resto de su vida sabiendo que su hija la odia, a mí me da igual—
—Lo opuesto al amor no es el odio, sino la indiferencia— dijo Keana.
—Ella es tu madre, Camila. Ella es la persona que debía amarte y protegerte y lo que sientes ahora es el dolor por no haber recibido eso. Ya habíamos hablado de eso—

Broken HeartDonde viven las historias. Descúbrelo ahora