Capitulo 32

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—No ha estado tan mal— dijo Lauren dando marcha atrás al Jeep.
—A mí me ha gustado. Tu familia es muy agradable— afirmó Camila mirando a través de su ventanilla a medida que la casa de los Jauregui se perdía de vista.
—No había necesidad de que mamá sacara los álbumes de fotos, sobre todo el de cuando éramos bebés—
—Eran muy bonitas, sobre todo de cuando los bañaban— dijo Camila,
aunque el predecible tono irónico de su voz no apareció.
—¿Estás preocupada por algo?—aventuró Lauren.
—No, es que tengo muchas cosas en la cabeza— surgió la evasiva respuesta.
Por supuesto, aquello no satisfizo a la escritora en absoluto, sobre todo
cuando advirtió que Camila tenía la mirada perdida.

—Hablar ayuda, ¿sabes?—
—Ya, no, sólo necesito aclarar algunas cosas—
Estaba claro que Camila no quería compartir aquello. Lauren intentó iniciar una conversación dos veces durante el trayecto, pero desistió al no sacar a la joven más que un par de monosílabos.
Al legar a casa, Camila le dio las
buenas noches y desapareció en el interior de su habitación, dejando a
Lauren con la intriga de qué es lo que habría pasado en casa de su madre
como para haber afectado hasta tal punto el humor de su amiga.

***

―Maldicion, ¿Por qué no arrancas?― apretando sus manos contra el
volante, Camila giró la llave para devoloverla a la posición de apagado y volvió a intentarlo.
En ésta ocasión el Omni arrancó, no sin un gran estruendo y una nube de humo. Había sido un buen día en el trabajo, pero salir y pasar diez minutos intentando arrancar el coche había hecho que a Camila le cambiara el humor considerablemente. Cuando estuvo finalmente segura de que su chatarra seguiría encendida, puso la marcha y salió del aparcamiento.

Las manzanas iban pasando mientras la morena pensaba en los
acontecimientos del día. Depués de seis semanas de sudor, los trabajos de restauración del edificio estaban casi terminados. Cuando Michael la
había mandado llamar a su oficina antes del final de la jornada, Camila temió que fuera a decirle que ya no había más trabajo para ella. Para su sorpresa, la había llamado para asegurarse de que quería trabajar con él en el próximo proyecto de restauración de una vieja escuela situada en unos apartamentos de renta baja.

En compensación le aumentó en un dólar la hora por su flexibilidad y buena voluntad a la hora de aprender nuevos trabajos minimizando el tiempo laboral. Para algunas personas cuarenta dólares extra a la semana no era mucho, pero para Camila significaba que podía permitirse pagar sus sesiones de terapia sin tener que pasar por encima de otras facturas o tener que trabajar demasiadas horas fuera de su horario habitual.
Y esas sesiones con Keana issartel se habían vuelto más importantes con
cada semana que pasaba. Camila todavía rehusaba asistir al grupo de ayuda a las mujeres de los martes por la noche, pero se encontraba más
predispuesta a hablar de sus sentimientos con la terapeuta.

Hablar sobre el papel jugado por su padre era todavía difícil, y a menudo terminaba con Camila intentando controlar su enfado o, en raras ocasiones, sus lágrimas bajo control. Aún entonces, aquello siempre significaba una larga noche para
Lauren y Camila, hablando con su mejor amiga de lo que había ocurrido en la sesión de terapia. A Lauren no parecía que le importaran las largas
conversaciones, llegando incluso a preguntarle a Camila por ellas cuando sabía que había tenido una ese día. Para las dos mujeres se había convertido en un hábito y solían sentarse cada una a un extremo del sofá con sus pies compartiendo el espacio libre del centro. Esto lo hacía más fácil para Camila, dándole el espacio que necesitaba pero estando lo suficientemente cerca en caso de necesitar un abrazo cuando el dolor era demasiado grande.

Conduciendo por la autopista, Camila dejó a sus pensamientos derivar en la relación que ella y Lauren compartían. Desde que su conversación con Helen le abriera los ojos, Camila se encontró a sí misma muy interesada en la presencia y acciones de su compañera de piso. Nunca había algo sexual o romántico en la forma en que Lauren la trataba, pero Camila era consciente de la afección y cercanía que se había construido entre ambas. Sabía que
eran las pequeñas cosas. Una caricia casual sobre su hombro cuando la
escritora pasaba por su lado, la cena preparada para ella cada noche, las
tardes juntas en el sofá viendo la televisión, o sentadas en el escritorio trabajando en los exámenes para el GED. Camila incluso podía jurar haber sentido una vez los labios de Lauren besarle la cabeza durante la intensa
charla de una de sus sesiones donde había buscado la seguridad del abrazo de la escritora para dejar escapar las lágrimas, que de otro modo se
negaban a caer.

Broken HeartDonde viven las historias. Descúbrelo ahora