Capítulo 27

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El paseo hasta el aparcamiento fue silencioso, excepto en el momento en que Camila indicó dónde estaba el Jeep. Una vez dentro y con el motor en marcha, sacó un cigarrillo y lo encendió.

—Parece que el otoño ha llegado pronto este año, ¿eh?—
—Así es— Contestó Chris. —Será mejor que saque mi chaqueta de deportes lo antes posible—
—¿En qué deporte te la dieron? —preguntó, sin perder de vista el tráfico, mientras salían del aparcamiento. —¿Por dónde voy?—
—A la izquierda. Fue en atletismo, igual que Lauren—
Camila fue hacia donde él le había indicado y pronto se encontraron
rodeados de coches. —No sabía que le gustaba el atletismo—

—La verdad es que no creo que le importara mucho entrar en el equipo universitario. Es una de esas cosas que hizo porque sus amigas también lo hacían—
—¿Y tú también lo hiciste por eso?—
—Pues… no soy un genio como Lauren. Ella sacaba sobresalientes todo el tiempo. Yo me conformaba con que me dieran una beca de atletismo. Pasé sin pena ni gloria. ¿Y tú?—
Al ver las gotas que empezaban a formarse en el cristal, Camila puso en marcha los limpiaparabrisas.
—Em… yo no terminé el instituto—
—Oh— dijo él —No lo sabía. Un coñazo mayúsculo, ¿no?—
—Algo así— Contestó ella antes de darle una buena calada a su cigarrillo. —Nunca fui del tipo de gente que sigue las reglas—
Chris soltó una risotada.
—Tiene gracia que te lleves tan bien con mi hermana—

—Ya… — Camila no estaba segura de cuánto sabía el chico sobre la vida de su hermana. —Sólo somos compañeras de piso—
—¿Sabes? Así es como mamá solía llamarlas cuando yo era pequeño. Como si no fuera capaz de entender que mi hermana es gay— Chris rió de nuevo. —Me quería hacer creer que tan sólo vivían juntas y que la traía a casa cada vez que venía. Fue más o menos cuando tenía quince años… las vi pelearse y les dije que se besaran e hicieran las paces. Parecía que Lauren se había tragado un chile y Keana simplemente se empezó a reír a carcajadas de ella.
Suspiró y apoyó la cabeza contra la ventanilla.
—A veces creo que Lauren todavía me ve como a un niño—
En ese momento, rebuscó en su bolsillo y sacó uno de los cigarrillos que Camila le había dado antes. Ella, por su parte, empezó a plantearse la idea de corregirle una vez más acerca de la naturaleza de su relación con Lauren, pero decidió que, por el momento, no tenía mayor importancia.
—¿Tengo que girar en algún sitio?—
—Pasa otras tres farolas y a la derecha—
Dirigiéndose a un lado de la
carretera, Camila siguió las indicaciones, girando y girando hasta que Chris señaló una de las casas en lo más alto de la colina.

—Esa es. Puedes aparcar en el camino de acceso, pero no tapes el garaje. Mi coche necesita un embrague nuevo, pero el de mamá va bien—
Tras entregarle las llaves a Chris, Camila le siguió al interior de la vieja casona.
Se detuvo justo en la entrada, echando un vistazo a la multitud de
fotografías enmarcadas que cubrían las paredes. En lo que supuso era un
retrato de la escuela, contempló a una Joven Lauren con coletas y tirantes
sonriéndole.

Pasó de una foto a otra, viendo, conforme pasaban los años,
cómo Laura se transformaba de una jovencita a una auténtica belleza de instituto, para terminar como graduada universitaria. En la pared
opuesta, Camila descubrió un espacio similar para las fotos de Chris, quien
en ese momento estaba abriendo un par de puertas correderas.

—Éste es el estudio— dijo. —El cajón del escritorio está abierto. Yo voy a
por el bolso y las llaves de mamá—
—Vale. Yo voy por los papeles—
Camila  le vio subir las escaleras antes de entrar en el estudio y ponerse al
frente del escritorio de madera. Tal y como le había dicho, el cajón no
estaba cerrado con llave, lleno a rebosar de gruesas carpetas. Sin estar muy segura de cuál era la que necesitaba, Camila las sacó todas.

Vale, a ver cómo me llevo todo esto, pensó para sí. Una rápida mirada alrededor le hizo descubrir una cartera desgastada cerca del escritorio. Tras varios intentos, consiguió acomodar dentro las carpetas. Listo. Al menos sé que tengo la que necesitan. Tras escuchar que Chris seguía ocupado en el piso de arriba, Camila se tomó un minuto para inspeccionar la habitación. Un armario iluminado en la esquina dejaba ver una gran variedad
de orlas y trofeos.

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