Capitulo 31

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—¿En donde tiene la bandeja de servir?— preguntó Lauren antes de abrir uno de los estantes y cerrarlo de nuevo. Al parecer, su madre había reacomodado la cocina después de que ella se fuera de casa.
—Creo que está en el de encima de la nevera— dijo Chris, reclinándose
sobre la barra americana que separaba la cocina de la sala. A continuación, cogió un trozo de queso y se lo llevó a la boca.

—Deja ya de comer— le amonestó Lauren. —Se me había olvidado que
pareces un ratón—
—¿Qué puedo decirte? Adoro el queso — dijo, comiéndose otro pedazo.
—Pues a los demás también, y me gustaría que quedara algo cuando nos sentemos a la mesa—
Lauren encontró la bandeja sobre la nevera y acomodó encima las tazas y la tetera. —¿Me puedo fiar de que saques eso sin comer nada más?—
—No— afirmó él con tono divertido, antes de echarse otro trozo a la boca y encaminarse hacia la otra habitación. Lauren meneó la cabeza y volvió a
comprobar el equilibrio de la bandeja. La porcelana china de su madre, esa
que nunca abandonaba el armario, lucía esplendorosamente en sus manos y lo último que Lauren deseaba era cuartear o romper alguna pieza. Asegurándose de que las tazas estaban seguras, levantó la bandeja con sumo cuidado y cruzó la puerta abatible.

—Aquí viene el té— anunció.
—Excelente, cariño— dijo la madre de Lauren. —Déjalo aquí—
Clara Jauregui estaba sentada en una silla de terciopelo rojo mientras su
hermana ocupaba otra igual, de espaldas al fuego de la chimenea. Chris permaneció de pie junto a una de las mesas laterales, disfrutando de lo lindo con el queso y las galletas. Lauren, por su parte, dejó la bandeja y empezó a llenar las delicadas tazas de color blanco y dorado.

—Y bien, ¿qué te dijo el médico?—preguntó Clara a Helen, reiniciando la conversación que tenían antes de que Lauren llegara con el té.
—Que madre debía quedarse bajo techo y no estar con nadie que tuviera la gripe. Ya ves tú, en un asilo de ancianos—
—Pero si ha tenido una mala reacción a la gripe, ¿qué otra cosa pueden
hacer?— preguntó Helen, tomando la taza de té y el plato que Lauren le
alargaba.
—Siempre podemos traérnosla a casa —dijo Helen. Lauren, que había estado atenta a la conversación, enarcó las cejas y meneó la cabeza.
—¿Y dónde piensas ponerla? La abuela no puede quedarse aquí. No hay nadie que la cuide—

Lauren se dio cuenta de su error al recibir una mirada taladrante por parte de su madre.
—Me las apañé perfectamente contigo y con tu hermano desde que llevaban pañales. Si contratamos a una enfermera, no veo por qué no podría quedarse aquí mi madre, por lo menos durante un tiempo—
Clara miró entonces a su hermana.
—Helen, ¿acabas de oír a mi hija?—
Lauren, sintiéndose como una niña, alargó otra taza a su tía y se sentó,
dirigiéndole una mirada de soslayo a su hermano. Chris por su parte, se la
devolvió con aire cómplice, a sabiendas de lo que le esperaba a continuación.
—No puedes culpar a las nuevas generaciones de no tener ni idea de qué es lo que realmente importa—
dijo Helen tomando un sorbito de té y dejando parte de su pintalabios en la porcelana china.

—Helen, ¿te acuerdas de cuando le robamos el coche a Papá Edsel?—
preguntó Clara. Su hermana sonrió inmediatamente.
—Oh, querida. Llevaba años sin pensar en eso. Nos cayó una buena cuando vio la abolladura.
—Esa fue la última vez que lo hicimos. A veces me pregunto si Michael y yo no fuimos demasiado blandos— dijo Clara, mirando con determinación a su hija.
—A ti ni se te ocurra meterme en un asilo, ¿entendido, jovencita?—
Lauren adoptó un aire ofendido.
—Ni en sueños, madre— dijo la joven—Chris, ya deja de comerte todo el queso—
—Y ahora no la pagues con él— volvió a amonestarla Clara antes de dirigirse de nuevo a su hermana. —¿Cuánto piensas quedarte?—
—No tengo nada que hacer hasta mediados de mes— Helen tomó otro
sorbito de té. —Hay una inauguración en el Met y no puedo faltar. Ya sabes
lo mucho que apoyo el arte—
—O sea, que aún nos quedan cinco días— dijo Clara. —No hay necesidad de que Lauren te esté trayendo y llevando constantemente. Hija, tráete las cosas de tu tía esta noche. Puede quedarse en tu antigua habitación—

Broken HeartDonde viven las historias. Descúbrelo ahora