Segunda Parte: Inseguridad

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"Y me quedo mirándote aquí, encontrando tantos motivos, concluyo que mi motivo mejor eres tú..." Sonaba en la radio de Norbida, que siempre dejaba encendida en la cocina. Lara analizaba las estrofas de la vieja canción en su habitación mientras pensaba en John. Quería besarlo, quería abrazarlo, pero sus músculos quedaron paralizados con esa mirada tan llena de luz. Tenía miedo o era tan insegura que no podía creer que el tipo más bello que había conocido estuviera interesado en ella. Además, Víctor le había contado que John jugaba con todas y ella, que por poco no es una adolescente, seguramente era presa fácil. Pero lo cierto es que ella sentía que las referencias de Víctor acerca de su amigo no podían ser tan ciertas. Suspiró con fastidio y desvió sus pensamientos a sus tareas...

"La psicología tiene un largo pasado, pero una historia reciente", frase del psicólogo alemán Hermann Ebbinghaus. En 1883, Wilhelm Dilthey publica el primer volumen de su obra "Introducción a las ciencias del espíritu", donde sostiene que la historia, la filosofía, la psicología, el arte, etc., no pueden tener el mismo método científico que las ciencias de la naturaleza, puesto que su objeto de estudio es distinto. En otras palabras, el método experimental no puede ser su método de investigación. Muy pocos años después del surgimiento de la psicología como disciplina formal separada de la filosofía, surge esta polémica, y entonces emerge la interrogante: ¿es la psicología, una ciencia de la naturaleza o del espíritu?...

Se quedó dormida mientras leía, su espíritu se apoderó de su naturaleza insegura y la sacudió en un sueño...

"Hacía mucho frío afuera, pero ella debía cargar madera seca para calentar su casa con esa gigante chimenea en medio del salón. Cargaba los troncos que había guardado en el cobertizo. Por fortuna, había guardado suficiente madera para el invierno. Han pasado ya seis meses desde que su amado se embarcó hacia América. Esperaba tener noticias pronto acerca de su aventura. Pasaba el tiempo leyendo o escribiendo en su diario los días tristes que tenía desde que se fue. Encendió el fuego y se sentó frente a él con una copa de licor casero que ella misma preparó. Tomó en sus manos el dibujo enmarcado que hizo de él antes de que partiera. Se veía tan apuesto con su muy poblada barba y se le escapaban rizados mechones de la larga cabellera a medio recoger. Esa espalda ancha que añoraba abrazar y sus grandes y rústicas manos sostenían un arma en la cintura. Miraba al frente, hacia ella, para que captara sus ojos viéndola, y cada vez que mirara el retrato lo sentía presente en la profundidad de esa mirada. Tomó su diario y escribió:

"Tantas lunas han pasado desde que has marchado, amor mío, dejando nuestro lecho a medio calentar. No puedo más que imaginar que llegarás por el portal sin avisar, como un lobo sigiloso en una fría y larga noche. Me encontrarás distraída pensando en ti, cumpliendo mis fantasías, volviéndo ligero y habiendo encontrado lo que buscabas, porque al llegar a tu destino te has dado cuenta de que todo lo que necesitabas estaba aquí, en tu hogar conmigo. Prometiste volver y aún espero, esperaré por siempre..."

En el silencio de la soledad, los días fueron meses y luego años. El tiempo aletargado por la espera parecía no tener fin. Refugiada, recordaba los momentos junto a su amor: tirados en el pasto hablando por horas, compartiendo un elegante baile o haciendo la más cotidiana tarea del hogar, siempre juntos. Y así se quedó, hasta que su corazón murió de tristeza. Aunque su cuerpo aún andaba, su alma ya no sentía más. No volvió a escribir en su diario, pero seguía mirando aquel dibujo sin reconocer ya esos ojos que la miraban desde el papel... "

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