Un Café

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A los 15 años, John tuvo que crecer de un solo golpe. Tres días pasaron desde que su papá desapareció sin aviso. Sabía que algo le había pasado esa tarde que no volvió para su clase de guitarra. Todos los días, a las 8 de la noche, aunque llegara muy cansado, Juan se sentaba con él en el balcón a enseñarle el arte de las cuerdas. "-Algo le ha pasado mamá, él nunca nos abandonaría. -Trataba de consolar a su madre y a su pequeño hermano que no hacía más que mirar la puerta.

Llamaron y preguntaron desesperados a todos los vecinos, colocaron carteles con su foto por las calles; DESAPARECIDO, decía. Pero nadie lo había vuelto a ver desde aquel sábado fatal. Era solo un muchacho, pero con la valentía de un gladiador, aunque deseaba saber el paradero de su padre, cruzaba los dedos para no encontrarlo en el último lugar por buscar. El 15 de diciembre de 1998, John encontró a su padre en un cuarto frío y aterrador. Su madre devastada, incapaz de moverse estaba ausente en un shock por la terrible situación. Su hermano era un niño de apenas 10 años que temblaba sólo en una fea sala de espera, así que a John le tocó la horrible tarea de reconocer el cadáver de su padre en la morgue de un hospital. Asustado se acercó lentamente con los ojos cerrados, y al abrirlos se encontró un rostro pálido con visibles golpes reposando solitario en una camilla. Su papá era un cuerpo sin identificar, un número que colgaba en el dedo gordo del pie. Las lágrimas corrían en el rostro del joven John que abrazados a su padre se dejó caer ahogado en llanto en el pecho de aquel. Tres noches atrás, cuando Juan iba de camino a casa con su familia, fue atropellado y abandonado inerte en el pavimento. Y no habiendo recibido suficiente maldad del mundo, unos pandilleros despojaron el cuerpo de sus pertenencias. Con el corazón destrozado, John vio el dulce rostro de su padre, atropellado por un miserable que lo mató y huyó.

¿Tomas café? - Lo sacó de sus tristes recuerdos una voz que admitió reconocer. Volteó, ahí estaba ella, la chica de la parada del bus.

La mañana pasó volando en la Universidad, entre la historia de la Psicología, la vida de Freud y Jean Piaget. Lara pasaba las horas estudiando, fue a la cafetería a despejarse un poco. No había hecho amigos aún, pero Roberta, su compañera de apartamento, llegaría hoy de sus vacaciones, estaría atrasada en las clases, Lara tendría que ponerla al corriente y eso le serviría para repasar lo aprendido. Entonces lo vio de nuevo y el corazón se le agitó. ¡Podría casarme con ese bombón! Habló la princesa en su cabeza mientras levantaba una ceja y se mordía los labios con pasión.

–Sí, sí que le gusta y a mí también -contestó otra voz. John frunció el ceño, sabiendo por dónde venía la intromisión de su amigo que se acercó a ellos para responder a Lara antes que él pudiera abrir la boca.

–Siéntate con nosotros - invitó Víctor y Lara, complacida aceptó. Hacía rato que observaba al apuesto guitarrista sentado y perdido en sus pensamientos. Tenía una discusión consigo misma, dándole órdenes a sus piernas que no obedecían a moverse y volver a coincidir con el bello bello de la mañana. Entonces, sin darse cuenta, soltó lo primero que le pasó por la mente.

–¿Y dónde está? - preguntó John viéndola fijamente.

–¿Qué cosa? - dijo Lara sonriendo tímidamente.

—Mi café, el que me has ofrecido.

Ella, con las mejillas ardiendo, contestó: - Eh jejeje eh, esperaba que me dijeras que sí para ir a buscarlo.

–Sí, me gusta. Creo que soy un adicto, tal vez - sonrió.

–Bueno, pues ya vengo.

–Tranquila, yo te invito esta vez - le guiñó un ojo mientras se levantaba de la banqueta, y la princesa en su cabeza borracha de mariposas saltarinas revoloteando, se tambaleaba.

Mil Veces Contigo (completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora