Los días fueron pasando y con ellos aumentaban los nervios de Lara. Ya había superado una conversación difícil para ella, pero aún faltaba otra que temía: la de sus padres. Tendría que ir a hablar con ellos y después del desastre en casa de los Contreras, ¿qué podría salir peor?
Si bien era cierto que ellos estarían decepcionados, sabía que no le darían la espalda. Al menos eso pensaba ella.
Era sábado por la tarde, un día maravilloso para viajar. Lara había llamado a sus papás por la mañana para decirles que iría a visitarlos ese día, obvió la parte de la noticia. Era algo que debía hacer en persona y, si les asomaba algo del asunto, su madre no la dejaría en paz hasta obligarla a confesar.
—La autopista está despejada, llegaremos más temprano por lo visto. ¿Quieres que nos detengamos a comprar algo para llevarle a tus padres?
Dijo Víctor buscando conversación. Por más que se esforzaba, ella cada vez era más distante y fría con él.
—¿Llevarles qué?
—No sé, algún detalle, un postre o algo que le guste a tu mamá.
—Un pañuelo sería más útil y un buen analgésico para el dolor de cabeza.
—Lara, ¿en serio? No es el fin del mundo, linda. Ya verás cómo resulta mejor de lo que crees.
—Seguro eso pensabas en la cena con tus padres, y ya viste.
El tono de Lara era obstinado.
—Bueno, yo sí quiero llevarles algo. Tengo que dar una buena impresión a mis suegros. ¿Tu papá bebe alcohol?
—Sí.
—Entonces ese regalo es fácil. Y para tu mamá, como tú no quieres ayudarme, ya veré qué se me ocurre.
Se detuvieron en una estación de servicio que tenía una tienda de conveniencia bastante grande, con mucha variedad de productos. Víctor encontró una botella de ron Santa Teresa para su suegro y después de dar unas cuantas vueltas se encontró con una sección de libros, donde consiguió el regalo ideal: "El manual del mesías" de Richard Bach. Un libro que conocía bien y apreciaba mucho, ya que es un libro para leer en tiempos difíciles; es algo así como mágico, dicen que es el libro perdido que responde las preguntas del alma. Mandó a envolver el libro para la futura abuela y además compró otro ejemplar para Lara. No se podía negar que Víctor era un gran detallista.
—¿Listo? —preguntó Lara fastidiada. Quería salir del "asunto con sus padres"; cuanto antes, mejor.
—Sí, encontré un par de cositas que me parecen adecuadas. Esto es para ti.
Le dijo, entregando el libro, además de una bandeja de frutas.
–Gracias, Víctor. Eso no era necesario. Discúlpame por ser tan odiosa últimamente. Ahora mismo, lo que quiero es llegar a casa y enfrentarme a lo que debo de una vez para poder terminar de asimilarlo.
—No te preocupes. Soy casi psicólogo, ¿recuerdas? Estoy preparado para lidiar con las malas actitudes —le dijo guiñando un ojo.
Ya de nuevo en la carretera, Lara hojeó el libro que acababa de darle.
—Richard Bach me encanta. He leído varios de sus libros. Me gusta porque es muy espiritual.
—¿Ah sí? ¿y qué leíste? ¿Juan Salvador Gaviota en la escuela? Jajaja, yo también y obligado, sino me quemaban la materia.
—Jeje, sí, pero me gusta más "Uno". Hay una frase que dice... ya va, eh —miró hacia arriba buscando recordar—. Ya, era así; "Un diminuto cambio hoy nos lleva a un mañana dramáticamente distinto. Hay grandiosas recompensas para quienes escogen las rutas altas y difíciles, aunque esas recompensas permanezcan ocultas por años."
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Mil Veces Contigo (completa)
RomanceNo siempre podemos coincidir con nuestra otra parte, algunos viven buscando sin encontrar, otros se confunden y otros más estúpidos la dejan pasar... Lara y John nacieron para encontrarse una vez más...