Primera parte: EL encuentro

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Suena el despertador a las 5:30 a. m. Casi es hora de levantarse y Lara tiene media hora para dormitar, esa donde el sueño es más placentero. Por eso, siempre coloca 2 alarmas, una para advertir a su cuerpo y otra para terminar de despertar.

Vuelve a sonar <BIC BIC BIC BIC>. "¡Ohhh, un poco más!" Se queja, pero rápidamente abre sus grandes ojos marrones al recordar que es el primer día de clases en la universidad. Hoy comienza su vida de adulta. Ya no vivirá con sus padres, pero no los extraña porque es dueña de su vida ahora. ¡Así pensaba ella! –"Wiii, vivo en un bello apartamento, es miniatura pero bello y compartido, pero, ¿a quién importa?... soy libreee" - decía Lara en voz alta, tirándose al sillón mientras miraba su nuevo espacio como un niño al abrir los regalos en Navidad.

Era un apartamento pequeño con dos habitaciones y un baño, la cocina estaba en una esquina y tenía un mesón de concreto que servía de comedor, en la sala había un buen sofá decorado con pañuelos blancos tejidos por la dueña de la casa, frente al sofá, había un estante de caoba que servía de biblioteca y en el centro un televisor con DVD incluido, las paredes color aguamarina lucían cuadros de ramos de flores bordados a mano y enmarcados en madera fina. En el lateral, un balcón donde colgaban dos coloridas masayas de tintorero, y en las rejas pecho de paloma un matero plástico que alojaba una floreada bella a las once. Estaba equipado con todo lo necesario para las nuevas universitarias. Construido sobre la casa de una pareja de ancianos isleños que aseguraron su pensión de vejez ampliando su casa hacia arriba con dos apartamentos para recibir inquilinas. Sí, solo chicas, dejaban siempre en claro al firmar el contrato de alquiler. Alonso y Norbida Sánchez, esos dos viejitos que más adelante se convertirían en familia de la elocuente Lara, que a sus 18 años pensaba que la vida era muy fácil porque nunca nada le costó.

Qué cómoda había sido su vida, hija única, por tanto muy consentida, con tantos sueños y ganas de cumplirlos, no podía imaginar lo que le esperaba. Lara era una buena chica, obedeciendo siempre a sus padres y haciendo lo que ellos esperaban que hiciera. Inmadura e inocente, la pequeña Lara entra en un mundo que ansiaba, pero pronto descubrirá que son las espinas las que hacen fuerte a las rosas y que la vida, no es de ese color.

—¿Qué me pongo, qué me pongo? - dice resoplando aburrida. Se cambió siete veces de ropa como si verse bien fuera lo más importante en la universidad. El tiempo se le pasó volando. A las 6:32 a. m. agarra su mochila y sale corriendo sin darle tiempo de hacer algo para desayunar. Su madre le habría tenido todo listo, calientito para llevar. Suspiró al pensarlo. –Comeré en el camino. Oh, ya viene el transporte, creo que debo salir más temprano mañana. -sonríe emocionada y apura el paso hablando sola.

La parada estaba llena, le tocó hacer una fila larga y al subirse ya no consiguió asiento, por lo tanto, Lara admite que su precioso vestido de flores no resulta adecuado para la universidad cuando se viaja en bus y de pie.

Se tomó su tiempo para conocer cada espacio del lugar donde pasaría los próximos 5 años. Le agradaba mucho estar ahí, sentarse en los jardines a leer entre clases o solo observar a los estudiantes en su vaivén. Creaba perfiles de cada uno de ellos mientras observaba, decía: —Los de comunicación social son unos chismosos, siempre quieren enterarse de todo. Los de agronomía son unos hippies, que si la naturaleza y lo orgánico...bla bla bla. Los de derecho, unos presumidos, se creen muy rectos y todo lo pelean. Los de psicología (el gremio al cual quería pertenecer) somos los que mandamos, todos ellos vendrán a mí a liberar las frustraciones de sus tristes vidas y seré millonaria. – Reía con picardía por dentro y así creía evaluar a todos.

Los primeros días fueron cortos, adaptación, inscripciones de materias, búsqueda de horarios. Al final de la semana, ya tenían más vida los pasillos de la Universidad Yacambú con los nuevos ingresos y los viejos reintegrándose. Empezaba lo bueno...

Mil Veces Contigo (completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora