Las ventanas estaban abiertas debido al calor. Apenas entraba una tímida brisa a su habitación. Intranquilo no podía dormir, daba vueltas en la cama hasta que finalmente se sentó, y por un largo rato se quedó mirando por la ventana sin nada que ver, sólo el vacío de una noche caliente y solitaria. Llevaba puesto solo un pantalón gris de algodón, y así semi desnudo, salió a caminar entre el silencio y la oscuridad de la noche. Las calles vacías y calladas eran tan agradables, le hacían sentir paz y libertad. Caminaba y caminaba, pero parecía que no se movía de lugar. Su cuerpo empezaba a llenarse de largas gotas de sudor, naciendo en su rostro y cayendo por su pecho como el rocío de una mañana de verano, pero no estaba cansado, entonces se echó a correr. De pronto, se dio cuenta de que iba descalzo al sentir la suave arena de la playa en sus pies. Era maravillosamente extraño porque su ciudad no tiene cerca el mar, pero allí estaba, descalzo, corriendo en la playa disfrutando la sensación de la arena entre sus dedos. hasta que una espléndida visión hizo frenar sus piernas de golpe.
La noche se volvió tan clara que pudo verla de lejos: sus hermosos y perfumados rizos bailando con la brisa de mar. De pie viendo el horizonte, hipnotizada por el sonido de las olas, parecía una sirena encantadora atrayendo su cuerpo que andaba en inercia dirigiéndose hacia ella como si por dentro llevara un imán...
—John, ¿no vas a clases hoy? - Entró su madre a la habitación, sacándolo del sueño antes de poder ver el rostro de aquella sirena.
–Grgrgr – gruñó sin que su madre lo oyera. Se colocó la almohada en la cabeza con la esperanza de volver al sueño... Pero no lo logró, así que lo recreó en su imaginación.
Se acercó hasta ella abrazándola por la espalda, rodeó su cintura y hundió el rostro en su cabello con aroma jazmín y durazno. Parece que como si ella lo estuviera esperando, porque no se sorprendió al sentirlo tan cerca, lo recibe estremeciéndose en sus brazos. Él, le aparta el cabello para besarle el cuello y lentamente va subiendo las manos para sentir sus pechos firmes que le encajan perfectos en las manos. La sirena se estremece con contacto íntimo, se da vuelta para tenerlo de frente y mirarle a los ojos. Él sonríe y suspira, acariciando su rostro y se inclina buscando besarla...
–JOHN, el desayuno está servido hijo, se te va a hacer tarde papito. –Dijo su madre asomando el rostro al abrir la puerta de la habitación.
–¡No puede ser! -gruñó de nuevo, esta vez fuerte y con frustración.
Se quedó mirando un rato al techo y se descubrió pensando en Lara. Llevaba tiempo teniendo el mismo sueño con una mujer en la playa, pero nunca lograba ver su rostro. Esta vez, su subconsciente le dejó una pista al consciente cuando en el sueño percibió claramente su olor. Por eso, imaginó que era ella cuando intentó continuar el sueño al despertar. Quería besarla, pero ni soñando despierto podía hacerlo. Eso lo entristeció.
Los días pasaban más lentos mientras John en la universidad veía cómo Víctor se acercaba más a Lara. El cínico disfrutaba tocarla mientras sentía la mirada punzante de John reflejando celos y algo más. Era absolutamente incómodo estar los tres en un mismo lugar. El único que disfrutaba la situación era Víctor, quien alimentaba su sádico ego pensando en lo que sentía John. Lo conocía bien y sabía cuánto le gustaba esta curiosa chica despeinada y atractivamente diferente. Sabía que no podía bajar la guardia con ellos, por eso siempre se adelantaba a buscarla, incluso perdía un par de clases de vez en cuando si su horario académico coincidía con los recesos que ellos tenían al mismo tiempo.
Víctor empezó a obsesionarse más de la cuenta con Lara. Él, en el fondo, sabía que actuaba irracionalmente, pero callaba esos pensamientos porque no se atrevía a aceptar lo que realmente le pasaba. Entonces se aferraba más a la idea de poseer a Lara para lastimar a John. Justo cuando sus pensamientos empezaban a ser más oscuros, apareció la persona a la que él culpaba de haber cambiado la amistad entre él y John.
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Mil Veces Contigo (completa)
RomanceNo siempre podemos coincidir con nuestra otra parte, algunos viven buscando sin encontrar, otros se confunden y otros más estúpidos la dejan pasar... Lara y John nacieron para encontrarse una vez más...