Una promesa que cumplir.

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Lara y Víctor entraron a la habitación, que estaba bastante cálida a pesar del frío que hacía afuera. Además había unas mantas extras en el sillón, que la tía colocó por si alguno las necesitaba.

—Voy a darme una ducha rápida —expresó Lara un poco tímida.

—Ok, yo usaré el baño que está afuera —respondió Víctor antes de darle un beso. Lara tomó su mochila y entró al baño.

Víctor estaba tan nervioso como ella y temía que algo pudiera salir mal.

Mientras se bañaba, Lara repasaba los momentos del día, que habían sido buenos; entonces recordó el sueño que había tenido la noche anterior: el niño, el dibujo de aquel hombre y las palabras "aquí estás otra vez..." Parecía claro el mensaje, aun así ella seguía ignorando la voz en su cabeza. Ya estaba metida en el asunto, pensaba que quedaría peor parada si se echaba para atrás.

Al salir del baño, Víctor la esperaba sentado en la cama con un pantalón de pijama y sin franela. Ella llevaba puesta una bata corta de tiras con pequeñas flores en algodón verde claro, medias blancas hasta los tobillos y no se había mojado el cabello, lo llevaba recogido en una cola alta.

Se paró frente a la cama con las manos escondidas en la espalda.

—¿Y ahora? —preguntó tímidamente. Él la vio, se levantó y caminó hacia ella.

—Ahora me besas y dejas que te haga el amor —dijo él.

Se besaron lentamente un buen rato, pero no lograban encender la pasión. Estaba distraída, como si hubiera sido una obligación estar ahí. Víctor temió que no fuera a funcionar y se entregó a la única carta que tenía.

—Puedes pensar en él —le susurro al oído.

Lara lo miró con expresión de estar confundida. ¿What? ¿Qué acaba de sugerir? Abrió los labios para decir algo, pero él la calló poniendo un dedo en su boca.

—Ssshhh está bien, está bien —repitió—, cierra los ojos.

Lara no hizo resistencia, solo asintió con la cabeza, ignorando las alarmas. Víctor se sintió mal por lo que había hecho, sabía que no debía haberle sugerido pensar en alguien más en un acto tan íntimo, pero no sabía cómo arreglar las cosas, no podía perder esa oportunidad y arriesgarse a que se arrepintiera.

La besó con mucha pasión llevándola al fin a la excitación, la trepó en su cintura y caminó hasta el interruptor para apagar la luz. Los rayos de la luna llena entraban por la ventana iluminando tenuemente la habitación. La acostó en la cama mientras se desvestía frente a ella. La poca luz no le dejaba ver bien su rostro, pero sí su cuerpo delgado y definido, con el pecho lleno de lisos vellos que bajaban hasta su miembro erecto. Se acercó a ella y le fue quitando lentamente las tangas de encaje rosa, luego sacó la bata de dormir y el brasier, Lara quedó expuesta en la cama, solo sus pies quedaron vestidos con un par de medias blancas.

—Te puedes quedar con los calcetines —sonrió con picardía.

Ella se llevó las manos a la cara para tapar su vergüenza.

Empezó besando su abdomen y aunque ella deseaba que fuera más abajo, él no llegó hasta ahí. Besaba sus senos con esmero mientras con los dedos se iba abriendo paso entre sus piernas, humedeciendo su intimidad lo suficiente para poder entrar. Ella se excitaba lentamente, mientras que de manera inconsciente hizo lo que Víctor sugirió. Pensó en John.

No entendía por qué le había dicho eso. Sabía que era algo retorcido, pero ignoró los gritos de su conciencia y empezó a pensar en él; que era su boca la que besaba y mordisqueaba sus pezones y eran sus dedos los que descubren la profundidad de su intimidad. Sumida en la fantasía que vivía en su cabeza, se dio la vuelta para montarse encima de él, quería devolverle el placer, besarlo y acariciarlo por todos lados, tocarlo y descubrir todo su cuerpo. Pero a él no le gustó la posición al sentirse dominado, quería tener el control de todo. La devolvió abajo y afirmó: —Ya estás lista.

Mil Veces Contigo (completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora