El tiempo es un suspiro.

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El tiempo en España se pasaba rápido para John, pues no hacía más que trabajar y trabajar. No abandonaba su sueño de ser abogado, por lo cual pensó que ya era tiempo de seguir estudiando. El último año lo había pasado concentrado en ahorrar para ello, hasta que pudo empezar con los trámites para la revalidación de los semestres que ya tenía aprobados. Y bien, en menos de dos años, sería un profesional de las leyes, bajo el programa de grado en derecho de la Universidad Complutense de Madrid.

—Me llenas de mucho orgullo, eres un tipo tope guay. ¿Cómo lo haces, eh? Trabajas dobles turnos, ayudas a tu familia en Venezuela y ahora le sumas que vas a volver a estudiar.

Dijo Zoé mientras preparaba el desayuno.

—Tengo una buena motivación, eso es todo. Y bueno, ya no podré hacer dobles turnos, así que estaré un poco apretado de dinero, pero valdrá la pena.

Contestó John mirándola por encima de la taza de café caliente que estaba bebiendo.

—Oye, se me está ocurriendo algo. ¿Y si le propones a Jaime, noches de música en vivo en el bar? Eso atraería muchísima más gente, sería bueno para el negocio, podría pagarte más y además que te escuchen cantar aumentaría tus propinas. Quizá hasta tengas club de fans —comentó acercándose con una risa coquetona, para darle un beso en el hombro. —Yo sería la presidenta, claro está.

—Jajaja sí, estás bien loca. Ya lo había pensado antes, pero no estoy seguro de que le vaya a parecer buena idea, ya sabes cómo es de metódico, quizá piense que algo así traería desorden. No pierdo nada con preguntar, ¿cierto?

—Cierto, pero deja que yo lo haga. Tengo mis formas de persuadirlo.

—¿No te irás a vendar las manos?

Dijo divertido levantando las cejas.

—Jajaja, no cariño, esos otros métodos los guardo solo para ti.

Zoé y John habían mantenido una relación sin exclusividad, a petición de Zoé. Aun así, ninguno de los dos se había ligado con alguna otra persona: John, porque no tenía interés en los compromisos, su corazón se cerró a los sentimientos, además se sentía cómodo con la propuesta de Zoé, "cero ataduras". Y era tan juguetona que no le daba oportunidad de aburrirse. Zoé, a pesar de haber promovido entre ellos una relación en libertad, tampoco se había vuelto a enredar con nadie más; lo cierto era que John llenaba todos sus espacios. Él era divertido, atento a todas sus necesidades, galante y cariñoso. Sí, la libre Zoé se había enamorado del apuesto caballero que tenía enfrente.

Más tarde en el trabajo, Zoé entró a la oficina de Jaime.

—Mi querido jefecito.

Saludó a la persona sentada frente al computador. Jaime era un hombre muy alto y con algo de sobrepeso, sin embargo, resultaba muy atractivo a las chicas gracias a su jovial personalidad, alegre y sonriente. Pisaba los 40 años y tenía una novia muy controladora.

—¿Cómo está el jefe más bueno? —continuó sus halagos.

—Zoé, ¿qué será lo que vienes a pedir? Te advierto que no puedo darte otro aumento.

La pequeña Zoé se hizo la ofendida, achicando los ojos y exagerando el gesto.

—¿No te puedo tratar con un poco de cariño?, ¿acaso saldrá Tronchatoro de algún rincón a jalarme de las trenzas?

—¿A quién llamas Tronchatoro? —preguntó una mujer morena de fina cintura y anchas caderas, saliendo del baño.

—Eh, es broma —repitió nerviosa— es broma Claudia, que bonita andas hoy.

Mil Veces Contigo (completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora