Debí haber escuchado, debí haber estado atenta, debí prestar atención a las advertencias. No sé en qué momento me perdí, no sé a qué hora decidí caer, no sé cuándo fue que me involucre con el alcohol, ni cuando tome el primer cigarrillo, ni mucho menos la primera píldora.
Estoy cayendo en un pozo del que quise salir hace tanto tiempo y estoy volviendo, estoy siendo la marea, estoy retirando el dolor para fundirlo y añadir más. Me estoy guiando entre la lluvia y requiero de una voz, una voz interna que diga que ya es suficiente por hoy.
Me paso las manos por la cara, mi cuerpo aun tiembla y por lo que noto, estoy estacionada en una esquina de la carretera, casi al borde de la arena y la autopista. El auto está totalmente cerrado y los vehículos que pasan no dicen nada, ninguno suelta una sola queja.
Inhalo profundo antes de relamer mis labios, me irrito las mejillas picándolas con desesperación y prendo el jeep para seguir avanzando. Me acomodo el cerquillo acelerando tanto como puedo, evado auto por auto e incluso un camión que me toca la bocina. Lo ignoro yendo aún más rápido, tanto como puedo, tan rápido como la droga en mis venas, como la recuerdo procesarse, como la sentía en ese entonces.
Rebusco mi cigarrillo antes de encenderlo y llevármelo a la boca. Empiezo a succionar el humo y soltarlo por la nariz. El ultimo soplo lo hecho por las orejas y rebusco el resto de cigarrillos normales entre mis cosas. Veo de reojo a la carretera en tanto busco con una mano.
—Mierda —maldigo girando al no encontrar nada.
Golpeo el timón una vez más y lo vuelvo a hacer, siento el llanto brotando, un camión me pasa por el lado sonando su bocina. Ignoro por quinta vez las advertencias y acelero directo hacia los condominios, pasándome las manos por la cara.
Ya ha anochecido cuando llego, reviso el móvil donde llevo más de veinte llamadas perdidas de Coralina, algunos textos de mis padres, y creo que hasta la misma Miriam me ha estado buscando, pero lanzo el dispositivo a los asientos traseros.
Bajo del jeep y rebusco en el capo, ahí encuentro una maletita de donde retiro un par de cigarrillos, enciendo y me lo llevo a la boca, pero el humo no llega a salir como tal, sino como un llanto, uno que se pierde cuando lo veo parado frente a mi evitando que pueda correr a algún lado.
—Te estaba esperando —sonríe rodeándome la cintura con la mano —. ¿Quieres jugar, mer?
A su lado, Ally enarca una ceja con diversión. El me quita el cigarrillo de la boca llevándosela a sus labios. Tiemblo al sentir como me toca, se saca el cigarrillo y presiona la parte caliente en mi hombro, quemando mi prenda. Con fuerza le doy un golpe evitando que me toque la piel y lo aparto un metro.
—¿Qué quieren? —jadeo pasándome las manos por el cabello —. No tengo nada ahora, yo no me he metido con ustedes...
—Elaine, sabes que queremos y sabes que hiciste, mer —comienza Hamil devolviéndose el cigarrillo a la boca —, porque golpearla, es un terrible castigo, eh.
—Me estaba defendiendo...
Niega con la cabeza esbozando una sonrisa.
—Ally vete, hablare con ella —demanda sin ver a la chica, aprieta el cigarrillo en el piso con fuerza —. ¿No me oíste?
Intento rogarle a Ally que no se vaya, que no me deje sola con él, que se quede, sin embargo, pone los ojos en blanco y ella hace caso echándome una ojeada de pies a cabeza. Se va rápidamente y cuando corro para gritar, huir, o simplemente protegerme, el me agarra de la cabeza tapándome la boca.
Hamil me gira tomándome de la mandíbula con su mano, hunde sus dedos en ellos abriéndome la boca, mis jadeos y el llanto resuenan, pero a él no le interesa. Trato de quitarlo, pero es más fuerte, es demasiado fuerte.

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THE WHALE BOY
Fiksi RemajaElaine De Ferreiro, la prometedora hija del mejor diseñador de Europa, se ha vuelto una burla para todo ciudadano, incluyéndose ella misma, incapaz de ir al océano y dejar esa fosa donde el alcohol, las fiestas y los recuerdos la llenan del mismo ar...