La luz me empaña la vista obligándome a cubrirme con una mano. Inhalo profundamente jugando con la botella de cerveza entre mis manos. Hay unas diez a mi otro lado, dos que están rotas y una en donde supongo que mezcle algo de tierra.
Tengo ganas de ir al baño, me duele la cabeza, me siento terriblemente mareada y llevo más heridas en el cuerpo. Pero no estoy tan segura de que sucede a mi alrededor. Hace mucho que apague el jeep, que desconecte la música y me quede sentada de piernas cruzadas a un metro de distancia de la punta del risco.
El miedo al océano ha vuelto, me siento congestionada, atorada. Estoy estancada en una alegría infinita que no alcanzo a destellar. Porque imagino como alzo las copas por haberme desaparecido dos días, por haber pasado las dos noches aquí, ebria, caminando de un lado a otro.
No recuerdo si dormí afuera del jeep o en los asientos traseros, no sé a donde fueron a parar los cigarrillos porque no hay colillas, y tampoco sé que ocurrió con mi móvil. Se acabo la gasolina y dañe la betería del vehículo. Ir a pie no es una solución, no sé dónde estoy.
Por una vez en mi vida, estoy perdida.
Me paso las manos por la cara intentando espabilar, las siento ásperas, toda mi piel quema, el sol me sancocha como si fuera una papa. Mi cabello esta hecho un moño asqueroso de suciedad y llanto y la ropa es la peor parte, solo voy de sudadera y los mismos jeans.
Apoyo los codos sobre mis rodillas abrazándome a ellas con mucha más fuerza de la que espero. Contengo la respiración escuchando el resto de mi llanto caer por mis mejillas, las piedras reventar con las olas, el ruido de mi garganta, la perdida yaciendo en el horizonte con sus gritos creciendo en mi cabeza.
—Elaine.
Niego apretándome más a mis rodillas, el sollozo se profundiza e intento no hacerle caso a mi mente suponiendo que él está aquí, porque él no está aquí, él se murió, se fue, a él lo mataron, lo mataron por mi culpa. Se lo llevaron.
—Elaine —vuelven a decir y doy un respingo levantando la cabeza por encima de mi hombro —. Te hemos estado buscando por días.
Lo miro de soslayo antes de devolverme a ver el océano. Trae ojeras, la nariz roja y la cara pálida, se ve preocupado y apenas usa una camiseta y unos jeans. Trago duro escondiendo mi rostro, esperando a que se vaya, a que simule que no me ha visto, a que diga cualquier otra cosa, sin embargo, toma asiento a mi lado colgando sus pies del risco.
—Tus padres estaban preocupados.
—Debiste decirles que estoy aquí —gimo por el llanto evadiendo su mirada —. Necesito...que me dejes sola...
—Has estado sola por dos días. Creo que eso es suficiente —sentencia viendo hacia el frente.
—No, no lo es...
—Coralina no está tranquila. Cree que has hecho algo malo —aprieta los puños —. Tienes que ir con ella. Tienes que asearte, deben curarte las heridas.
—Vete —suplico negando con la cabeza —, por favor, vete, déjame sola. Vete...por favor.
—Me iré, pero antes debo llevarte a casa.
Sollozo, escondida entre mis rodillas, los grititos se me escapan por la boca e intento explicarle, decirle que se vaya, intento no gritar, pero es como una tormenta que empieza con furia, con enojo y termina en desesperación.
Él se acerca a rodearme con fuerza, pega mi rostro a su pecho pasando sus manos por mi espalda, permitiéndome sostenerme. No sé qué escapa de sus labios, una melodía que suena algo mejor a un tarareo, un silbido rítmico que empieza a relajarme, que aun con cada reacción temblorosa que subyace dentro de mí, él consigue calmarme.

ESTÁS LEYENDO
THE WHALE BOY
Ficțiune adolescențiElaine De Ferreiro, la prometedora hija del mejor diseñador de Europa, se ha vuelto una burla para todo ciudadano, incluyéndose ella misma, incapaz de ir al océano y dejar esa fosa donde el alcohol, las fiestas y los recuerdos la llenan del mismo ar...