—¿Qué...?
—Elaine, siento lo de ese día... Lamento no haber venido...
—No —lo detengo poniendo mi mano al frente. Salgo de la casa apartándolo hasta el jardín —. Ball, no me enoja que te hayas ido, pero sí que aparezcas de la nada como si nada hubiese pasado. Estoy en una cena familiar, ¿sabes?
—No tenía idea, perdón.
—Si bueno, claro que no lo sabias... —suspiro llevando mis manos a mis bolsillos —. Solo viniste a disculparte, ¿no?
—Quería decirte lo del acuario, aun podemos ir, cuando tú quieras.
Suspiro negando con la cabeza, ya no me interesa ese acuario, ni un poco en realidad. Solo quiero permanecer lejos del océano y mientras más tiempo pueda estar en otro lugar, mejor.
Trata de apartarse, de hablar otra vez, pero de pronto una duda se funde en mi cabeza, una que me pone alerta porque es algo muy extraño, pero al mismo tiempo tan patético.
—¿Cómo sabias que iba a llover? —estrecho los ojos mirándolo fijamente.
—Sexto sentido.
Seguro que se leyó la aplicación del clima.
Hago una mueca soltando mis brazos, los cruzo contra mi pecho sintiendo el viento frio rozando en mi mejilla. Aparto un mechón de mi cabello rubio y deduzco de antemano que tengo el cerquillo hecho un desastre.
—Solo quería llevarte a que conocieras a mi amigo —explica, lo miro raro —. ¿Es lo que se hace o no?
—¿En qué caso? ¿Qué se tiene que hacer? Porque no estoy al pendiente de ello.
Suelto una risita sarcástica, ¿de qué va esta conversación?
—Cuando conoces a alguien...
—Aja, solo le preguntas el nombre.
—Pero tú me presentaste a tus amigos —tensa la mandíbula y hago un gesto de desacuerdo.
—Por error, yo ni siquiera...
—Oye, entiendo que me haya ido por días, pero no tienes que ser tan mala onda conmigo, no es culpa mía haber impedido que te ahogaras.
—¿Impedido? ¿impedido dices? Si prácticamente me llevaste a ahogarme —espeto, malhumorada.
—Sabes nadar, ¿cuál era el temor? si te ahogabas, te hubiera salvado —exhala chocando sus palmas contra sus caderas —. No puede ser, no entiendo porque discutimos.
—No estoy discutiendo, solo te dejo en claro las cosas. Yo no te conozco, no planeo conocerte, de hecho, me asustas un poco —aclaro viéndolo volverse más pálido de lo que ya es —. ¿Qué fue todo ese rollo del océano y la lluvia? Si planeas asesinarme, te indico, ya muchos lo han intentado, incluyéndome, y no hay posibilidades de morir, porque por desgracia la vida me quiere.
Otra risa agria escapa de mi garganta, él se me queda viendo tenso, su rostro se pone levemente rojizo. Quizás me he excedido un poco. Cualquiera lo haría, no lo conozco, estoy asustada, quiero respuestas y todo esto es como la cereza del pastel.
A quien engaño, ni siquiera sé porque me interesa tan de repente alguien con quien no tengo la mínima idea de que podríamos tener en común. Solo escuchamos música, todos hacen eso.
—No tienes que dejar nada en claro —relame sus labios retrocediendo —, creo que ya me voy...
—Debiste irte desde un principio, en primer lugar, ni siquiera sé porque me buscaste al día siguiente.

ESTÁS LEYENDO
THE WHALE BOY
Novela JuvenilElaine De Ferreiro, la prometedora hija del mejor diseñador de Europa, se ha vuelto una burla para todo ciudadano, incluyéndose ella misma, incapaz de ir al océano y dejar esa fosa donde el alcohol, las fiestas y los recuerdos la llenan del mismo ar...