CAPÍTULO 15

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El aire golpea mi cabello, los mechones rubios despeinados se intentan volar, no hay mucha fuerza, solo un viaje corto, como un descanso, igual a las respiraciones profundas que se toman antes de entrar a bucear.

Toco el anillo en mi dedo anular, lo giro lentamente sintiendo el choque del océano contra las rocas en donde estoy sentada. Hay espuma hoy, es blanca y tiene algas que flotan, incluso vi pequeños moluscos meterse en la arena húmeda antes de venir a sentarme.

Mi graduación fue hace unas horas, sentada frente a una pantalla escuchando nombres y viendo gente de todas partes del mundo. Ver eso me hizo sentir como lo más insignificante del mundo, igual a un pequeño pez siendo tragado por un remolino.

No he recaído, no he recaído antes de mi fiesta, sin embargo, el paquete de cigarrillos está a mi lado y presiono uno con mi puño antes de encenderlo y soplar. El humo viaja con el movimiento del viento, un espiral se forma en medio de la nada.

Es mi fiesta y si quiero voy a arruinarla, no importa realmente. No importa tanto. Hizo tantas promesas para que estuviera sentada aquí en esta roca, completamente sola cuando acordamos estar juntos, cuando dijo que nos graduaríamos juntos.

Patético y estúpido, los mejores amigos mienten como las aplicaciones del clima.

Dice que lloverá, pero sale el sol y dice que saldrá el sol, pero todo está nublado.

No pueden predecir nada, no pueden cumplir con sus estúpidas promesas, pero quien soy yo para juzgar. El vestido de graduación me queda perfecto, se entalla a mi cuerpo haciéndome una cintura fina y tengo las tetas tan apretadas, pero no me molesta.

Pero la falda es mi parte favorita, es perfecta como el mar. Se mueve lento, suave, sin llamar tanto la atención. Claro, el mar cuando quiere estar tranquilo, porque después es una mierda, una mierda que se lleva todo y lo escupe en otro lado o simplemente lo ahoga hasta desaparecerlo.

Perdón por llamarle mierda al mar, señor dueño de los mares que hace que los mares sean mierda y que por cierto también es una mierda.

Ni siquiera recuerdo mi discurso de agradecimiento, voy a cancelarlo, no he tenido tiempo de leerlo, tampoco se me apetece mucho hablar, no es como si algo de mi voz fuera a traer a Úrsula para que me dé una colita y pueda salvar a mi pez ahogado, de paso veo a Jack de Titanic.

Resoplo casi riéndome de eso, ¿en qué estoy pensando?

Presiono el cigarrillo en la roca y lo apago tomando todas mis cosas en el interior de mi bolsa de tela. Relamo mis labios atándome el cabello en un moño desordenado y me apresuro a bajar de la roca cargando con mis sandalias en la otra mano.

Todo el hotel se enciende en luces doradas, un camino se forma con pétalos rojos de rosas. Las empiezo a pisar sintiendo que me observan, alguien me está siguiendo, de nuevo. He sentido eso mismo hace días, alguien me mira mucho, pero nunca se acerca.

Continuo mi camino sin detenerme, quien sea que me vea tampoco debe apartar la mirada. Hay una pesadez en mis piernas, algo me impide caminar y el pendiente en mi oreja me empieza a doler ligeramente, una goa de sudor cae de mi oreja calmando el escozor.

Espabilo viendo a los invitados, cojo toda la falda del vestido en un puño atándolo a mi costado. Mis piernas se dejan ver cuando camino hacia la casa e ingreso encontrando a mis padres y amigos en el primer piso, todos haciendo algo.

Mi padre se pasea por la sala con un esmoquin, mi madre usa un vestido de brillantes dorado y Coralina está devorando las galletas de avena de la señora Lewis. Se las embute como puede sin ensuciar su vestido. Se lo ha hecho mi padre, es hippie: una falda larga verde con diseños hippies, un top de crochet que tiene escote en la espalda y un lazo que va en su cabello.

THE WHALE BOYDonde viven las historias. Descúbrelo ahora