¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Mi infancia, mi querida niñez, cuánto te hecho de menos. Recuerdo exactamente cada momento los días que me la pasaba jugando en el pequeño parque en el vecindario donde crecí hasta mi adolescencia.
Volví a mi ciudad natal después de muchos años, 7 para ser exactos. Desde los 15 años de edad, mis padres decidieron que sería mejor mudarnos de ciudad e irnos para otra, por cuestiones de más oportunidades, tanto laborales como estudios. Y tenían razón. Mi tierra natal es una ciudad pequeña, donde no hay edificios de más de 5 pisos y no se mueve mucho el comercio como es en las grandes ciudades. Su extensión de tierra no es muy grande a comparación con otros pueblos; pero lo que sí sé, es que tiene hermosos paisajes. Esa es una ventaja de esta humilde tierra.
Paseé sola por mi antiguo vecindario y me paré frente a la casa que antes vivía. Ahora estaba remodelada, tenía plantas exóticas en el mini jardín delantero; las paredes estaban pintadas de café claro y blanco, la ventanas blancas al igual que la puerta, cuando antes, era de color amarillo.
Dejé salir un suspiro, melancólico. Recordando mi vida pasada, hace siete años. La ciudad como tal, ha cambiado un montón. Resultó que ya hay más población que antes; negocios nuevos, algún que otro antiguo seguía de pie como otros ya estaban acabados. Calles nuevas y vecindarios también. Mi vieja escuela seguía con la misma pinta, nada ha cambiado en ella.
Sonreí mientras caminaba bajo los árboles, a la orilla del andén. Voy camino directamente al pequeño parquesito al cual pasaba mis tardes jugando con ese pequeño niño que lo consideraba amigo. Para ser sincera, no sé absolutamente nada de él. No sé si sigue viviendo aquí o si se mudó; si vive en la misma casa o ya no. Desde que me fui, la comunicación con él dejó de existir.
Claro, aún lo recuerdo, pues fue mi amigo de infancia, nunca lo olvidaría. Y ahora, me preguntaba qué es la vida de ese chico de mi misma edad. Qué estará estudiando, qué es lo que hace y... si se acuerda de mí. Tal vez esto último sea un no. Es lo más probable.
Llegué a ese parquesito. Ahora tiene varias remodelaciones, éste no es el parque que está en mi memoria.
Suspiré y caminé directamente a los columpios, el único juego que me encanta y me sigue gustando. Me senté en uno mientras comenzaba a empujarme con los pies. Sintiendo el frío en mi cuerpo cada vez que hacía el vaivén.
Pude escuchar como alguien se sentaba a mi lado; volteé a mi derecha, encontrando con un chico alto, de cabello lacio con mechones en su frente; sentándose en el columpio vacío.
-Buenas noches -saludé por respeto. El desconocido me miró, devolviéndome el saludo. Un largo silencio se hizo presente en ambos-. Está fresca la noche.
Intenté comenzar a hablar. El joven asintió sin pronunciar palabra. Uhg, detesto cuando llega ese momento en el que uno no sabe qué decir o hacer que la otra persona hable y no quedar en ridículo.
-Recuerdo cuando este parque solamente era columpios de madera, un tobogán grande, el sube y baja allí, y mucho pasto alrededor. Canchas de fútbol por ese lado y la de basquet en aquél lugar. ¿Estabas en ese entonces? -volví a charlar. Miré como el chico asentía, de nuevo, sin hablar-. Ahora tiene muchos cambios, ¿eh? Digamoslo así como más diversión hacia los niños de ahora.
-Se nota que no has estado aquí desde hace mucho tiempo - por fin habló. Su voz es suave y masculina, es linda.
-Así es. Me mudé hace mucho. Es bonito volver y ver cosas nuevas, aunque también siento un poco de nostalgia
-Eso es normal -asentí.
Volvió el silencio. Aigoo. Ibamos bien con la charla, pero vuelve el silencio a entrometerse.
-¿Sabes? -comencé-. Cuando era niña, solía venir casi todas las tardes aquí a jugar con mis amigos. Pero más que todo con uno. Permanecíamos sentados en los columpios. Según yo, decía que al sentarnos aquí, era como una nave espacial que viajábamos a diferentes lugares -murmuré mirando al frente, recordándo.
-Tenía una amiga de infancia que también decía eso -habló el desconocido. Volteé a verlo, sorprendida.
-¿En serio? ¿Aún la recuerdas?
-Claro que la recuerdo. Era mi única amiga mujer.
-Woah. Y... ¿sabes algo de ella? -el chico negó -estamos iguales. No sé nada de ese pequeño niño. Supongo que nuestros amiguitos deben de estar prácticamente irreconocibles, ¿no?
Él asintió -Supongo.
-¿Recuerdas su nombre?
El pelinegro alto me miró en silencio, yo esperando emocionada la respuesta- Sohyen, Lim Sohyen -respondió. Abrí mis ojos en shock, parando mi mecida en un golpe abrupto. El chico frente a mí frunció su ceño.
-¿Cuál es tu nombre? -pregunté, con un manojo de nervios comiéndome. El muchacho duró un buen rato callado, hasta que respondió, sin mirarme.
-Seungmin. Kim Seungmin -juro por dios que casi me desmayé ahí mismo. Me levanté tan rápido del columpio que un mareo me pasó. Lo miré con tanto asombro que mi mandíbula caía al piso. Seungmin estaba confundido, lo sé.
-No... no puedo creerlo -ahora empecé a caminar de un lado a otro.
-¿La conoces?- preguntó muy confundido al ver mi reacción.
¡Dios santo, Seungmin! ¡¿Cómo no puedes reconocerla?!
Me paré frente a él, con mis manos a los lados de mi cintura, en forma de jarra- Seungmin. Esa niña, soy yo -hablé - Soy Lim Sohyen. La chiquilla que vivía en la casa 11-22.
Las cejas del chico se elevaron a la par. - De verdad que no te reconocí
- ¡Pues yo tampoco! Ay, cuánto tiempo -sin dejarlo hablar, lo abracé. Hace mucho que quería saber de él. Ésto, ésto debe ser una señal de los dioses de haber venido aquí, hoy, a esta hora; para poder reencontrarme con mi antiguo amigo de infancia. - te juro que te extrañé mucho, minnie. Estás todo... diferente. Me sorprendiste - casi lloro
-Eso también va para ti, sobre... tu cambio físico. Pero veo que aún sigues muy bajita. -se burló. Claro, yo le di un suave golpe en su brazo.
-Dime, ¿has salido de aquí?
-De vacaciones, no más.
Y empezamos con las preguntas, de ponernos al día sobre estos siete años sin saber del otro. De verdad que la pubertad en ambos nos hizo cambiar, aunque, pensándolo bien, Seungmin sigue siendo el mismo niño tierno de antes. Es lindo, sí, para qué negarlo. Aún sentados en los columpios como en los viejos tiempos; como cuando eramos solo unos niños.
La noción del tiempo se perdió para ambos, solo estábamos él y yo en ese desolado parque que era iluminado por grandes farolas alrededor. Extrañaba hablar con mi viejo amigo. Le pregunté sobre los demás, recibí varias noticias sobre algunos, pero el resto, ninguno de los dos sabía algo de ellos.